Publicidad

Ecuador, 01 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Para la guerra, nada

17 de septiembre de 2014

La cantautora colombiana Marta Gómez tiene una voz cristalina, de agua cayendo, que convierte cualquier tonada en luz para los oídos y el corazón. Pero eso no es lo único transparente en ella. En un mundo que no consigue alcanzar la paz total, por más esfuerzos que se hagan, comparte una iniciativa desde el arte y la poesía. Algo tan simple como la creación de pequeñas coplas que dicen todo lo que se le daría aquello que sostiene la vida, la alegría y la paz. Y luego, al final, proclama: para la guerra, nada.

Hemos vivido en un mundo que le da mucho a la guerra. Comenzando porque nos enseñaron que el heroísmo consiste en defender nuestro suelo patrio a costa de vidas ajenas cobradas sin que importara el nivel de crueldad que se aplicara al proceso. Continuando porque un altísimo porcentaje de los héroes que iluminan nuestros panteones son eso: héroes de guerra. Y terminando porque los resultados están a la vista. Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial y comenzó lo que, según muchos estudiosos, fue la tercera, la Guerra Fría, en nuestro planeta no ha existido un solo día de completa paz.

El enfrentamiento bélico es, sin embargo, el último eslabón de una cadena que comienza mucho antes. Porque la guerra nace en el corazón de las personas. Allí la ambición, el egoísmo y el odio ceban aquello que luego nos lleva a ver como bueno lo que siempre ha sido malo: acabar con vidas humanas, destruir pueblos y ciudades, asolar campos, cebarse en el sufrimiento de los débiles y glorificar de lado y lado a quienes lo hacen.

En un mundo donde campea la hipocresía, donde se afirma que la guerra sostiene la paz y bajo esa excusa los países poderosos hacen y deshacen a su gusto; en un mundo en donde cualquier gobierno o grupo acuña una muy buena excusa para invadir o atacar a sus vecinos o a tierras lejanas; en un mundo donde nadie se queda con nada, y las guerras verbales se dan entre rumores, insultos, resentimientos pueriles y calificativos hostiles, afirmar que se le dará toda la energía a la vida, a la esperanza, a la belleza, a la alegría y al amor tal vez parezca pírrico, pero viene desde un profundo trasfondo: centrar la mirada en todo lo que se puede obtener de un tiempo en paz en lugar de lamentarse e indignarse contra la guerra.

“Para el viento una cometa, para el lienzo un pincel. Para la  siesta una hamaca, para el alma un pastel. Para el silencio una palabra, para la oreja un caracol. Un columpio para la infancia y al oído un acordeón. Para la guerra, nada”.

Contenido externo patrocinado