Publicidad

Ecuador, 24 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

País insignificante

04 de diciembre de 2012

El asilo se llama “diplomático” cuando se lo concede al extranjero que se presenta en las oficinas de una embajada, o en la residencia del embajador, para pedir amparo y protección para su vida, o para sus derechos, cuando su país de origen pretende cometer injusticias contra él.

El ciudadano australiano Julian Assange tiene la calidad de asilado diplomático en la embajada de Ecuador en el Reino Unido, y debido a que puede ser tomado preso si sale a las calles de Londres, prácticamente se encuentra en una situación de arresto domiciliario, con todo lo que eso significa.

Indudablemente, luego de 168 días de vivir en esas condiciones, debe sentirse muy incómodo, física y psicológicamente. Situación que se complica más por su  dolencia pulmonar crónica, cuyos gastos médicos está cubriendo el Estado ecuatoriano, según informó públicamente la embajadora de Ecuador ante el Reino Unido.

Al momento de ingresar a la embajada ecuatoriana, quizás pensó que en un mes se arreglaba la situación, y podría retomar el giro de su diario vivir. Pero ya van a cumplirse seis, y nadie tiene la certeza de cuántos más deben transcurrir para que termine su infortunio.

Parecería que Julian Assange no hace caso a sus abogados, o estos no lo aconsejan sobre lo improductivo y riesgoso de dar entrevistas en la condición que tiene, y peor a la cadena CNN. La semana pasada le dijo a esa cadena estadounidense: “Las cosas pequeñas que ocurren en pequeños países no son de gran interés (...) Ecuador es insignificante”.

Los medios de comunicación enemigos del gobierno de la Revolución Ciudadana, junto a ex diplomáticos de carrera y ex cancilleres, hicieron gran escándalo por las expresiones de Assange, y pidieron que se le retire el asilo. Con lo cual ratificaron la posición asumida en su momento. Esto es, que no debía concedérselo, para no ofender a países muy significantes.  

Desde Lima, en el marco de la VI Cumbre Presidencial de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), el  presidente Rafael Correa ha respondido como todo un estadista. Dijo que decidió conceder el asilo sobre la  base de sus “profundos valores democráticos y de derechos humanos”. 

Al Ecuador, como país, se le puede decir que es de tres al cuarto, de medio pelo, de chicha y nabo, y de cualquier otro modo despectivo. Pero ni el  australiano Julian Assange, ni nadie, puede decir que el actual Gobierno
del Ecuador no es respetado internacionalmente.

La vigésima séptima Asamblea de Cancilleres de la OEA, del pasado 24 de agosto, expresó su solidaridad con el “insignificante país” Ecuador, y aprobó por aclamación la resolución que exhorta  a los Estados miembros a no invocar normas de derecho interno para justificar el incumplimiento de obligaciones internacionales.

No me gusta hacer juegos de malabares con hechos históricos, pero a ratos no puedo dejar de pensar cómo se hubiese solucionado  nuestro problema limítrofe con el Perú en 1942, si el Presidente ecuatoriano hubiese sido Rafael Vicente Correa Delgado, y no Carlos Arroyo del Río. Y si Ricardo Armando Patiño Aroca hubiese sido el canciller, y no Julio Tobar Donoso.

Contenido externo patrocinado