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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Oxi

07 de julio de 2015

Por lo general, cuando el capital nacional e internacional se empeña para descarrilar procesos democráticos, lo logra: sucedió por ejemplo en la reciente osadía escocesa que pretendía separar del Reino Unido las tierras del norte para defenderlas de los despiadados ataques al Estado de bienestar que llegan desde Westminster. Bastó con trazar un par de escenarios económicos catastróficos, es decir desplegando la política del miedo, para hacer que los sentimientos patrióticos y de justicia social que albergaban en la población local reculasen a favor de decisiones consideradas como más pragmáticas.

La misma estrategia no ha dado los mismos frutos en Grecia, sin embargo, donde se vive un proceso de politización único, que hace el país resistente a las peores presiones internacionales y las más mendaces tergiversaciones nacionales. Es por eso que es legítimo hablar hoy día de un triunfo que tiene un sabor histórico: el triunfo de la valentía sobre el miedo inoculado a través de los chantajes. Oxi (No): así se han expresado los griegos con una mayoría contundente -que rebasa incluso las más optimistas previsiones- sobre la última propuesta de austeridad avanzada por la ‘troika’ que hubiera perpetuado las condiciones en las que Grecia se viene arrastrando desde hace 5 años. Unas condiciones durísimas a causa de los recortes a las conquistas sociales (sanidad, educación, pensiones, derechos laborales) y que, además, tienen el agravante de no solventar el problema de la deuda, ya que para ella se necesita un crecimiento económico impedido justamente por medidas recesivas.

Prestar para seguir asfixiando: este ha sido el jueguito sucio de la ‘troika’. Un jueguito eminentemente político, enmascarado como económico. ¿Cuál es la lógica política detrás de la actitud de la Unión Europea y que ha sido derrotada ayer? Es la lógica del castigo ejemplar. En efecto, las deudas de Grecia serían fácilmente absorbibles, como pasaría en cualquier Estado (y no un híbrido ambiguo como la Unión Europea) donde hay un Tesoro público que permite la transferencia de recursos de las áreas aventajadas a las más desventajadas. Además, seamos honestos: las cifras no son exorbitantes como en el caso de los rescates de las instituciones bancarias más irresponsables que hace algunos años cayeron en crisis. Por cierto, esas sí fueron rescatadas por la Unión Europea sin que fuese necesario el consenso de todos los parlamentos para defender los derechos de los contribuyentes.

El tema es que dejársela ganada a Grecia equivaldría a poner en discusión el andamiaje político y económico neoliberal de Europa. Política entonces, y no economía: ¿qué tal si otro país (España por ejemplo) emprendiese el día de mañana, tras el ejemplo griego, un camino de rescate nacional y avanzase peticiones que ponen en discusión la austeridad? Sería un escenario económicamente viable, pero políticamente desastroso para las élites financieras europeas, y en particular alemanas, que han hecho de la Unión un comité de negocios enteramente a su servicio. Vuelve entonces de moda el análisis marxiano del Estado: ya no un Estado permeado por la sociedad civil donde se tejen relaciones de consenso -como en el caso del gramsciano Estado integral-, sino una institución unívoca, donde priman la coerción y los chantajes. Una institución a la cual los griegos han respondido con clareza: ¡No! (O)

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