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El Telégrafo

Otra vez las hordas

12 de marzo de 2013

“Chávez vive; la lucha sigue”, es lo que ha retumbado hasta acá, en Manhattan. Son latinoamericanos vinculados a la “union” y que en sus asambleas, que cuentan también con la participación de estadounidenses, han proclamado que estarán de pie, que el legado “chavista”, el más latinoamericano de los recientes años, será recuperado en su día a día.

Chávez fue muy generoso, lo decía “Pepe” Mujica. Siempre acudió ante el llamado de cualquier urgencia latinoamericana. Su conexión con la gente, esa que pertenece al pueblo-pueblo, fue profunda. Eso quizá logre explicar su condición de invicto cuando se sometió al escrutinio de su gente.

Chávez se autoeducó. Con su voraz afición por la lectura y su memoria prodigiosa alcanzó niveles superiores a la hora de medir cuando la táctica y la estrategia exigían una intervención. Chávez se fajó, sin amilanarse, con los más poderosos de este planeta. No era puro histrionismo, era auténtica bronca ante la arrogancia de ese poder que ha levantando, sin sonrojarse, un modelo violento porque impone condiciones de extrema pobreza, mientras protege a unos pocos que amasan suficiente dinero, como comprar voceros de todas la calañas.

Esas hordas, esos voceros, que están en los medios, que se agazapan en su supuesta neutralidad intelectual, ahora lo quieren denigrar. Los que lloran y se cuentan por millones, son unos tontos que han sido engañados por el populismo. Chávez era como Stalin: ¿Dónde están las fosas de la sociedad venezolana? El “caracazo” sí las cavó, para enterrar a los tantos que asesinó ese modelo de economía neoliberal que solo podía imponerse por la fuerza, como en las hordas cuando el más fuerte mandaba.

No han parado, no respetaron nada y hoy han seguido en lo suyo: intentar desacreditar a Hugo Chávez porque tuvo la audacia, desde esa tribuna presidencial venezolana, de proponer otra América. A esos medios y sus intelectuales funcionales, lo de la América distinta es herejía, sin el avasallamiento de las instituciones que se levantaron en Bretton Woods. Dentro del enorme aparato institucional (en muchos de los países llamados desarrollados la presidencia de la república es una institución que debe funcionar, pongan al mamotreto que pongan) también cuentan con poderosas cadenas mediáticas, en muchos casos el cine es parte de ese aparataje, que impone una narración que debe ser venerada.

Chávez pateó el tablero, por allá salieron aspergeadas las fichas de ese orden brutal, violento. La gente llora con auténtico dolor; a los otros solo les ha quedado su degradación funcional.

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