Múltiples organizaciones sociales expresaron en Guayaquil su mandato al presidente Correa para un nuevo gobierno, si así lo quiere el pueblo ecuatoriano en las urnas. Todo hace pensar que existirá ese nuevo período de gobierno, y es importante que organizaciones sociales se planteen como quienes le demandan una serie de reivindicaciones y cumplimiento de propuestas.
El actual Presidente recibió con agrado este mandato desde organizaciones populares; de indígenas, ambientalistas, regionalistas... es decisivo que estas organizaciones sean capaces de ligarse a una propuesta concreta de poder político. Contra un autonomismo que niega la política en relación con el Estado, y que por ello aleja a las organizaciones sociales de las grandes decisiones políticas, estas organizaciones muestran que se puede tener relación con la política, sin que esa relación signifique subordinación o pérdida de la autonomía decisional.
De tal manera, lo social se liga a lo político, y encuentra allí su máxima concreción. Por el contrario, el autonomismo de lo social (expresado en la versión mayoritaria del Foro Social Mundial) rechaza la política relacionada al Estado. Por mantener la autonomía de los movimientos los condena a la impotencia política y -sobre todo- al aislamiento de cada movimiento sobre sus exclusivas reivindicaciones sectoriales. Como Laclau bien ha considerado, las reivindicaciones de cada sector social deben agregarse entre sí para alcanzar estatuto político y capacidad de ampliar la potencia de la demanda.
Bienvenidos entonces los movimientos a la política concreta; no para renegar de la especificidad de sus demandas, sino para hacer posible su cumplimiento, a la vez que para hacer posible la concreción de las de otros movimientos y otros ciudadanos. Todo lo contrario al orgulloso aislamiento autonomista, que algunas veces esconde solamente la indiferencia por el destino de todos los que no pertenecen a la propia agrupación.