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El Telégrafo

¿Olvidar a Alfaro?

09 de febrero de 2012

Todos los pueblos del mundo, en su mayoría,  rinden honores a sus héroes, a sus figuras excelsas, y conmemoran sus gestas y sus históricos logros  en beneficio de su nación en las fechas especiales. Porque ellos son los modelos que inspiran la trayectoria a seguir de las diversas generaciones,  y son, además, paradigmas de aquellos que se empeñan por liberar a su patria de un peligro inminente o de la condición de sometimiento en que algún poder los mantiene.

Son hechos de la historia que todas las naciones los tienen y a los que no  se puede renunciar. Por el contrario, el pasado de los pueblos se lo debe recordar para poder construir el presente y el futuro sobre sólidas bases, ya probadas precisamente por quienes nos precedieron con heroísmo, tenacidad y perseverancia, a fuerza de sacrificios, de serios renunciamientos, de riesgos permanentes, aun de su propia vida.  Y Eloy Alfaro, el Mejor Ecuatoriano de Todos los Tiempos, elegido así por un buen número de ciudadanos; Héroe Insignia del Ecuador, proclamado mediante decreto ejecutivo en el año 2003, en atención a los tantos méritos que  tuvo, es sujeto de la admiración y el espíritu cívico de la ciudadanía con sobrada  razón.    

La propuesta publicada el pasado viernes 3 del presente en esta misma sección -¿o es más bien una confidencia pública del autor?-, no convence en lo más mínimo. Y volvemos a afirmarlo: No podemos y no debemos olvidar al general Eloy Alfaro, aquel revolucionario que dedicó 50 de sus 70 años de vida a la causa del pueblo ecuatoriano, para implantar en el país, cuando fue primer magistrado de la nación, la más trascendental transformación jurídica, administrativa, económica, política, social y cultural que ha tenido el Ecuador en su etapa republicana, para beneficio de la comunidad nacional. 

Para analizar un hecho o un personaje histórico, es necesario trasladarse (mentalmente por supuesto, mediante el estudio y el análisis) a ese tiempo y a ese espacio, y establecer conclusiones. Por lo tanto, es posible afirmar que la labor de los dos estadistas es parecida. Don Eloy realizó una acción transformadora sin precedentes. Y Rafael Correa se encuentra dedicado a establecer profundos cambios positivos en la nación. La diferencia está en que el “General de las Cien Batallas” impuso tales cambios luego de haber desarrollado una larga revolución armada, mientras que el presidente Correa está implementando una innegable revolución pacífica con iguales tintes de renovación.

Como sucede con frecuencia con las más importantes figuras de  la historia,  estos dos personajes ecuatorianos han sido traicionados por quienes en algún tiempo fueron sus allegados y coidearios. Así también,  no se puede decir que don Eloy apoyaba e incentivaba  las relaciones con EE.UU., mientras que ahora sucede lo contrario con Rafael Correa. En este punto hay que recordar que, ya en ese tiempo, Alfaro dijo -haciendo en parte una advertencia-  que veía en la nación del Norte un peligro para los países de América del Sur.

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