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El Telégrafo

Olvidando a Alfaro

03 de febrero de 2012

Yo soy de la idea que el pasado es para recordarlo, no para revivirlo. Que las comparaciones se vuelven, por decirlo, anacrónicas y eventualmente regresamos a la afición por la imagen, por encima del análisis de lo actuado. Con esto no quiero decir que los 100 años de la “Hoguera Bárbara” no deben ser conmemorados. Creo, sin embargo, que la veneración del pasado, la exaltación de los íconos y la idolatría de los mártires, termina por desviar la atención de lo importante.  Y la búsqueda de similitudes entre dos procesos, a mi parecer, absolutamente disímiles, no edifica.

Podríamos encontrar puntos en común en conceptos, en un afán por devolver sus poderes naturales a la sociedad civil (al Estado en su sentido más estricto) de las manos de las élites de una plutocracia que no termina de desparecer. Pero nuestra propia realidad hace que los factores inherentes a la coyuntura de cada época, desde lo cultural hasta lo social, sean incomparables. Entonces pensar en la segunda independencia del Ecuador como estandarte de la Revolución Ciudadana (aunque parece centrarse la responsabilidad en un liderazgo único) es deslegitimar cualquier proceso de construcción democrática. Y cualquier intento de buscar diferencias cae en los mismos errores.

Decir que Eloy Alfaro no se asimila en lo más mínimo a Rafael Correa porque, entre la larga lista que he podido leer, Alfaro apoyaba e incentivaba las relaciones con los EE.UU. y en la actualidad hemos pretendido un distanciamiento con la monoexportación y la ideología condicionada, es un argumento que se deteriora ante el mismo hecho de que las realidades geopolíticas de hace 100 años (antes de dos guerras mundiales, entre otras guerras) son completamente diferentes. Y es la labor que ha hecho la oposición. No sé bien si por el afán de oponerse o por estar convencida de sus posturas. Pero en esta semana parece que están dispuestos a canonizar a Alfaro y, a la vez, renegar de su religión, con tal de desgranar cualquier similitud que pueda existir entre las hazañas del “Viejo Luchador” y un país del siglo XXI.  

Yo no quiero un Alfaro. Primero, porque no hubiera podido votar por él. Segundo, porque yo no busco una revolución por las armas y no creo en la reivindicación armada (en este milenio, por lo menos). Creo que bregamos con lo que tenemos y no encuentro gozo en comparar revoluciones. ¿Existe el “espíritu alfarista” en la Revolución Ciudadana? Intrascendente. ¿Existió un devastador poder mediático que impulsó la “Hoguera Bárbara”? Puede ser. ¿Debemos condenarlo? De ser cierto, por supuesto. Servirá para decir que 100 años atrás ya era una élite dominante. Más que eso, poco. No se votó por un remedo de Alfaro. Se votó por Rafael Correa. Y en estos momentos, más que una reivindicación del pasado, busco, arduamente, una salida airosa del presente.

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