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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Odiadores

03 de agosto de 2020

En el octubre nefando del 2019, sin esperar nada, contesté un tuit de Lenín Moreno con tal de alentar su lugar, el mismo que nadie hubiera querido ocupar. Decía algo así: que sería recordado como un Presidente valiente, porque hacía frente a la peor revuelta del Ecuador republicano, cuando cualquier otro gobernante ya hubiera fugado.

Por ese tuit recibí exactamente quinientos insultos (así como los recibiré por esta columna, como es usual).

Un psicoanalista curioso leería cada uno de esos pequeños escritos que venían de toda Latinoamérica y eso hice yo. Su sentido y bajeza me llevaron a concluir que todos estos innobles seres tenían una misión con intención determinada: dañar, desprestigiar, quebrar al oponente, destruir, calumniar.

Quebrar al oponente para que yerre en público y quede mal con sus seguidores.

Los ‘haters’, como se les llama en inglés, son los que se dedican a ofender, denigrar o discriminar a organizaciones, personas o productos. Así que no solamente existen en política, también los hay difamando a comercios.

Es criticable que los medios de comunicación tradicionales no hagan distinción alguna, llamando siempre a todo: “los usuarios de redes sociales”. Sin discernir si son parte de un troll center conformado por odiadores o si son usuarios reales.

Pero es que hay que ser un psicópata o alguien malvado y desleal, para contratar a gente para dañar masivamente a los demás y están estos canallas (porque no creo que sean unos muertos de hambre) que aceptan el trabajo.

Final y lastimosamente un hater, a veces bajo el eufemismo de ‘CM’, siempre saldrá ganando. Porque nunca sabremos su identidad real y a la vez le pagan por lo que le gusta hacer desde su fosa perversa. Pero este ermitaño, cobarde y de miserable vida deprimente, es igual de psicópata como quien lo contrató.

Éstos, con su poder que se halla en la virtualidad, están y en serio, manipulando la vida real y nuestra visión de las cosas. Desinformando, condicionando las acciones de la calle, de los gobiernos y los medios de comunicación.

Por lo tanto: un hater es un monstruo al que no hay que leer. (O)

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