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El Telégrafo

Ocaso de periodistas que abandonan su misión

29 de septiembre de 2012

El periodista desarrolla sus actividades en el área de redacción, de manera oculta, en silencio; en el reporterismo, transita en la calle por la indagación de los sucesos; en la presentación de noticias, el comunicador se limita a leer textos de los acontecimientos; y en el ámbito de opinión, los columnistas o articulistas asumen la responsabilidad del contenido de sus comentarios o análisis.

El personal de un medio de comunicación “independiente”, para asegurar el puesto de trabajo, se somete al lineamiento diseñado por los dueños del negocio. El redactor y el reportero, empleados, han perdido la objetividad en el manejo de la noticia, reportaje y crónica. Suelen prescindir de las fuentes y difundir sucesos sobre la  base de rumores. En su encierro, tras las rejas, se convierten en cómplices del desastre social.

Las estrellas del periodismo rutilan en la página editorial. Se exhiben vanidosos en busca de fama e influencia para captar cargos en la administración pública o privada. Hay hombres y mujeres de talento que, en sus limitaciones, mantienen su altivez e independencia; otros emigran para no ser utilizados, mientras los serviles siguen vendidos a la oposición y más sectores pudientes que pretenden frenar el proceso de cambio de la Revolución Ciudadana.

El periodista obsesionado o frustrado pretende aprovechar su privilegio de dirigir un programa de noticias de un  medio privado o tener un espacio en una página de opinión para seducir a la oposición y, mediante adulo,  lograr alguna  distinción en el reparto del botín político. 

Así como el aventurero ha considerado a la política como un negocio para conseguir poder y riqueza, determinados articulistas se adhieren a partidos con posibilidades de éxito para asumir una concejalía o puestos de asambleísta. Es así como, para llamar la atención, se convierten en víctimas, perseguidos políticos o amenazados de muerte.

Se proclaman adversarios del régimen de Rafael Correa y en su dolencia de mediocre instigan a la insurgencia y conspiración. Por allí los truhanes del periodismo, desprestigiados y errabundos, ofreciéndose de candidatos a cualquier cosa. Otro conocido insultador, pese al perdón, yace, ridículamente, como asilado en el país del Norte.

Ahora, también insurge en la palestra  una periodista amenazada por leer informaciones. Huye y, tras provocar escándalo mediático, a lo mejor  pide ser considerada candidata de la oposición. Los periodistas que abandonan su noble misión entran al ocaso de su vida profesional con el consiguiente desprecio ciudadano.

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