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El Telégrafo
Fander Falconí

Nuevos activos tóxicos

30 de julio de 2014

@fanderfalconi

Entre 2000 y 2008 las inversiones globales en exploración y extracción de combustibles fósiles se duplicaron hasta alcanzar los $ 900 billones (un billón equivale a mil millones). Solo en 2013 esas inversiones llegaron a los $ 950 billones, según Ambrose Evans-Pritchard en un artículo de The Telegraph, con información de la Agencia Internacional de Energía.

Esta inflación de activos se origina en las enormes inversiones requeridas para cubrir los crecientes costos demandados para mantener los niveles de extracción de combustibles fósiles una vez rebasado el pico máximo de extracción (la cúspide de la ‘Curva de Hubbert’).

Con yacimientos en claro declive, “el desarrollo de proyectos petroleros es tan caro que muchos de ellos no tienen sentido”, en opinión de Martijn Rats, de Morgan Stanley. Para alcanzar su punto de equilibrio, inversiones por más de $ 1.100 billones deberían, hasta 2025, vender sus extracciones al menos a $ 95 por barril. Y varios proyectos de Petrobras, Repsol y Chevron solo resultarán rentables con precios de hasta $ 340 por barril.

El declive de los yacimientos no lo explica todo. Consumir todas las reservas petroleras del planeta provocaría impactos ambientales irreversibles. Con información de Carbon Tracker y del Grantham Institute for Climate Change, en 2013 la ortodoxa The Economist aseguraba que si no se quiere exceder los dos grados de aumento de la temperatura del planeta en relación con los niveles preindustriales, la cantidad de dióxido de carbono que puede liberarse en la atmósfera sería nueve veces menor que la que se produciría al quemarse todas las reservas de carbón, gas y petróleo ya declaradas por las empresas de extracción.

Pero, si la comunidad internacional decide evitar que la temperatura del planeta supere ese nivel catastrófico, en las próximas dos décadas, hasta 2034, la industria de combustibles fósiles dejaría de percibir ingresos brutos por $ 28 trillones (un millón de billones). Así mismo, $ 19 trillones de activos destinados a operaciones en arenas bituminosas, aguas profundas y esquistos se considerarían inversiones fallidas.

Las empresas petroleras están acumulando una inmensa cantidad de activos contables tóxicos y sus balances financieros deben ser muy cuestionados. Los intereses en juego son enormes y muestran una evolución irracional en la que otra vez parece imponerse el riesgo moral que condujo a la debacle financiera de 2008. Pero si una crisis financiera puede revertirse, la crisis ambiental que se desencadenará -si se pretende quemar todos los combustibles fósiles que se dice tener- será irreversible.  

“Solo la dosis hace al veneno”, decía Paracelso. Parecería que la dosis tóxica acumulada está alcanzando dimensiones civilizatorias, aguijoneada por los mercados financieros y la industria petrolera.

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