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El Telégrafo

Nuevo triunfo de Venezuela

11 de diciembre de 2013

La Revolución Bolivariana, con el liderazgo de Hugo Chávez, se constituyó en un hito histórico para América Latina. Probó que con apoyo popular y de militares patriotas, en el marco de la institucionalidad burguesa, era posible derrotar a la oligarquía pro imperialista. Se recuperó la soberanía y el petróleo, se organizó al pueblo y se trazó un camino. No fue fácil, los sabotajes, terrorismo, traiciones, golpes de Estado no se hicieron esperar. Toda acción perversa ensayó. A toda costa tenía que recuperar el petróleo que despilfarró y buena parte de las sobras que dejaron las transnacionales que atracó.

La oligarquía no pudo ni con la muerte de Hugo  Chávez. Desató una campaña de intrigas, quiso dividir. Hizo todo para impedir el triunfo de Nicolás Maduro; luego habló de fraude, una vez más, buscó desestabilizar. El pueblo resistió. Las Fuerzas Armadas asumieron su rol histórico de defensa de la nación, en la visión de Bolívar. Su vocero, el doble perdedor Capriles, las mafias internacionales mediáticas y EE.UU. arreciaron por todos los medios contra Maduro. Buscaron ridiculizarlo; creando condiciones para derrotarlo en las elecciones municipales; por fin, desataron la ‘guerra económica’, con el acaparamiento, especulación, tráfico de divisas, sabotaje a la producción.

Venezuela resistió; la Asamblea le dio poderes legislativos al Presidente y enfrentó la guerra dando guerra, bajando precios, controlando importaciones, poniendo techo a las ganancias, buscando abastecer a la población, identificando errores y límites que la revolución sabrá superar.

Les falló la intentona de derrotar al Partido Socialista (PSUV), una vez más perdieron en las elecciones recientes. La diferencia con la que ganó Maduro se amplió de 1,5% a un 6,5%, con los resultados oficiales de 335 municipios. El PSUV gana 196 de 257 de ellos, con resultados irreversibles. La tendencia triunfal se mantiene. Este acontecimiento es bueno para América Latina; lo es también para Ecuador y, por supuesto, para Guayaquil.

El camino es mejorar la organización del pueblo y ganar las elecciones, con propuestas viables para la solución de los problemas de la gente, verdaderos modelos de gestión, productiva y socialmente coherentes, en coordinación con el plan de gobierno y con el Estado; sin demagogia ni confrontación; con perseverancia, inteligencia y creatividad.

Son los tiempos de modelos populares y democráticos, incluyentes e integrales, en ambiente de paz, derrotando la violencia y la acción intimidadora, fascistoide y cobarde de los esbirros y adulones de siempre que utilizan descalificados ‘robaburros’ buscando quedar bien con su jefe.

Todos debemos apuntar a un Guayaquil sin garrote.

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