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El Telégrafo

Nuestro futuro como país: la economía (I)

18 de febrero de 2013

Al escribir este artículo desconozco los resultados de la elección presidencial y asambleístas. Cualesquiera hayan sido  es fundamental que políticos, empresarios, trabajadores y sector de la economía popular y solidaria discutan y lleguen a un acuerdo mínimo del proyecto económico, social y político del país planteado por el Gobierno. Se trata del futuro del país, de las cosas que importan como nación.

El Gobierno planteó en su programa económico el cambio del modelo de desarrollo pasando de uno primario exportador al de sustitución selectiva de importaciones, reorientación industrial e impulso al turismo y bioconocimiento. Pasaríamos de  exportadores de materias primas y productos primarios a una economía que produce bienes con mayor valor agregado, con ramas industriales básicas y exportadores de nuevos productos y a más mercados. Esto es en el largo plazo.

En el ínterin, la evolución económica dependerá principalmente de la explotación minera, que sustituirá al petróleo, el reto es el cuidado del medio ambiente. Esta generará ingresos para financiar el cambio del modelo de desarrollo que requiere inversiones en conocimientos y tecnología.

En el corto plazo, el dinamismo económico ha dependido en buena medida de la inversión y gasto público financiados por el petróleo y mayor recaudación tributaria. ¿Es sostenible este esquema? Sí, en tanto y en cuanto estas dos variables lo permitan. Ahora, en el nuevo período, se requiere complementar la inversión pública con la privada, la que necesita financiamiento que puede provenir de los beneficios del sector privado y el incentivo al mercado de valores, con una nueva ley. Con ello se impulsará el crecimiento y el empleo.

En cuanto a reformas estructurales, no ortodoxas, el Gobierno ha realizado muchas en el propio sector público, reforma tributaria, bancaria, BCE, empresas públicas, sector privado, control del poder de mercado, etc., las que han definido las nuevas reglas del juego y marcado la cancha para los dos sectores. Le toca al sector privado moverse en este nuevo esquema, aprovechar los incentivos y definir si va por esa línea. En cuando al sector público, si bien han cambiado los incentivos y la forma de operar, queda el reto de controlar el ensanchamiento y ser más eficiente. También el Gobierno ha aplicado más regulación y control al sector privado y ha definido sectores estratégicos a cargo del sector público.

Por otro lado, el Gobierno ha construido carreteras, caminos, puentes, telecomunicaciones, aeropuertos, hidroeléctricas, etc., que sientan las bases para el aumento de la competitividad sistémica y enfrentar los retos del mercado externo y exportar más. Toda esta infraestructura es un aporte al crecimiento económico. El fin último de un modelo y política económica debe ser aumentar el nivel de vida de la gente. ¿Están de acuerdo las élites en el cambio del modelo económico, lo apoyarán? ¿La oposición aprobará leyes que impulsen el mismo y que favorezcan el bienestar social? Hay que definir políticas de Estado de largo aliento. Estos aspectos deben resolverse por nuestro futuro como nación.

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