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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Nuestras megaciudades

18 de septiembre de 2014

El crecimiento de las ciudades es un fenómeno inexorable de la historia, que comenzó hace siglos y hoy va alcanzando niveles antes inimaginables. Está motivado por el humano deseo de vivir colectivamente y no en aislamiento, pero también por la cada vez mayor oferta de servicios que brindan las ciudades. Y hay que sumar otras razones: las personas diferentes al común prefieren el anonimato de la vida urbana; los artistas hallan mejores oportunidades en colectivos mayores, al igual que los emprendedores de negocios.

En Ecuador, el resultado de todo ello son ciudades cada vez más grandes y nuevas formas de urbanismo, como las conurbaciones y las vías urbanizadas. Las conurbaciones son conjuntos urbanos o regiones urbanizadas, que resultan del crecimiento paralelo de varias ciudades o poblaciones próximas y que regularmente se hallan vinculadas por razones económicas y sociales.

A veces actúa como motor del conjunto una ciudad industrial o comercial, que requiere mano de obra o clientela mayor que la propia, como Quito o Cuenca. El vínculo es todavía más vigoroso si el motor de la conurbación es un puerto, que además es centro industrial y comercial, como Guayaquil. Y otras veces la centralidad del conjunto está en una ciudad que actúa como núcleo administrativo, económico y de servicios, aunque no posea industria, como Ibarra, caso en el cual la industria está en otras ciudades del conjunto, como Otavalo y Atuntaqui.

Si tomamos el caso de la capital, nos encontramos hoy con una gran conurbación dispersa entre el largo valle de Quito y los numerosos valles próximos, de distinta dimensión: los Chillos, Cumbayá, Tumbaco, Nayón, Zámbiza, Calderón y Pomasqui. La urbe principal y las urbes o poblaciones próximas están vinculadas por vías que se han convertido en espacios periurbanos cada vez más poblados, que apuntan hacia la futura continuidad e integración del conjunto.

Pero en el caso de Quito hay al menos un modelo político que facilita la administración del conjunto: el Distrito Metropolitano, que abarca a la mayor parte de esa gran conurbación, aunque no cubre al próximo Municipio de Rumiñahui, al que pertenece la mayor parte del Valle de Los Chillos y las poblaciones de San Rafael, Sangolquí, El Tingo, Alangasí y otras, que en el terreno aparecen unidas también a Quito.

Todavía más complejo es el caso de Guayaquil, donde el conjunto conurbano abarca a la gran ciudad-puerto y a otras ciudades que administrativamente pertenecen a distintos cantones o municipios: Samborondón y Durán. Es una realidad que impone la necesidad de crear un distrito metropolitano o una asociación municipal, aunque hay dificultades políticas que frenan esa resolución.

Y cerramos el panorama con las vías urbanizadas, áreas periurbanas que rompen la tradicional división campo-ciudad, porque tienen de lo uno y de lo otro. Pongo los ejemplos de la vía Cuenca-Challuabamba-Charasol-Azogues-Biblián y de la vía Otavalo-Peguche-Atuntaqui-San Antonio-Ibarra.

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