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El Telégrafo

Noventa años de la masacre

16 de noviembre de 2012

José Luis Tamayo Terán fue abogado de “confianza” del Banco Comercial y Agrícola que, por aquellos tiempos, era el que tenía el poder real en el Ecuador. Posteriormente -y contando con el “auspicio” del BCYA- ocupó la Presidencia de la República entre el 1 de septiembre de 1920 y el 31 de agosto de 1924.

Francisco Urbina Jado ejerció su primer empleo como cajero en el diario La Nación. Más tarde laboró en el Banco Internacional. Luego ingresó al BCYA, del que llegó a ser Gerente General en 1904. Fomentó el crédito agrícola y contribuyó para el incremento de las exportaciones de los productos de la Costa, que alcanzaron excelentes precios durante la Primera Guerra Mundial.

El BCYA, de propiedad de “don Pancho”, ponía en circulación sus propios billetes. Sin ninguna duda, Francisco Urbina Jado era –en aquel tiempo- el dueño del país. En 1914 se creó la Asociación de Agricultores, que ejercía un estricto control sobre  la comercialización del cacao -el principal producto de exportación del país- de modo que influyó decisivamente en la política económica de los gobiernos de aquel entonces.

También se fundó la Compañía del Litoral, que monopolizó la producción de azúcar y tabaco. Las dos organizaciones tenían como socios a los miembros de las  élites exportadoras costeñas que -a su vez- estaban estrechamente vinculadas al BCYA. El círculo del poder se había completado. La política del Estado se convirtió en un mecanismo de protección de los negocios privados.

La caída de los precios del cacao en el mercado internacional y la gran inflación interna generada por los billetes sin respaldo que ponía en circulación el BCYA deterioraron las condiciones de vida de los sectores populares. En Guayaquil aparecen las primeras protestas en el año 1922 porque las minorías, que concentraban la riqueza, colocaron el peso de la crisis sobre las espaldas del pueblo.   

Existían en Guayaquil algunos organismos de corte popular, algunos de los cuales ya eran sindicatos. Como consecuencia de la Revolución de 1917 se sentía la presencia de las ideas socialistas en los núcleos de trabajadores y artesanos.

Los trabajadores de las empresas de Carros Urbanos y los de Luz y Fuerza Eléctrica pidieron el alza de salarios y el respeto a la jornada de ocho horas. Pronto plegaron otras organizaciones y la huelga se hizo general, adquiriendo un claro contenido político. Los huelguistas llegaron a consolidar un organizado poder en la ciudad, hecho que alarmó a la oligarquía.

Tamayo –marioneta de Urbina y sus socios– dispuso “poner orden” en Guayaquil. El 15 de noviembre de 1922 el Ejército disparó a mansalva sobre los más humildes. Las élites bancarias y agroexportadoras pusieron las balas. El pueblo puso los muertos.

¡Prohibido olvidar!

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