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El Telégrafo

Nosotros los buenos

12 de marzo de 2013

No robamos.
No matamos.
No nos drogamos.
No violamos.
No emborrachamos muchachas para aprovecharnos de ellas.

Somos los que tenemos derecho a clamar para proteger a nuestras mujeres, a nuestras madres, a nuestras hijas, a nuestras novias, a nuestros niños… los que tenemos derecho a exigir seguridad en las calles y ‘mano dura’ para los delincuentes.

Somos los protagonistas de aquellas marchas en donde llevamos camisetas blancas especialmente mandadas a hacer y gritamos pidiendo ‘justicia’, y clamamos por ‘seguridad’ para la ‘gente de bien’.

También somos los que nos alegramos cuando sabemos que alguno cayó. Los que decimos, muy sueltos de huesos: “deberían hacerle lo mismo”, “en este país debería haber pena de muerte”, “todo el rigor de la ley para…”

Pensamos que bien merecido se lo tienen. Y para entonces nuestro concepto de ‘justicia’ ya se aproxima más que peligrosamente al de venganza.

Somos los inocentes que publicamos en redes sociales los rostros de los culpables con un comentario o entrada que rezuma odio, un sentimiento posiblemente muy similar al que llevó a esos malhechores a mal hacer el mal que hicieron. Solo que nosotros sí tenemos motivos válidos, no crean.

No pensamos nunca en que también ese agresor, ese delincuente, ese asesino (palabra que nos encanta gritar en las marchas y concentraciones) tal vez tenga una madre, una hija, una novia, una mujer, unos hermanos y amigos que en ese mismo momento están sufriendo el culposo estigma de saber y sentir lo que es oír el clamor por castigo, cárcel y hasta muerte para sus hijos, compañeros, allegados o padres.

Igual que ellos (los malos), odiamos, pedimos castigo, deseamos en nuestro corazón una solución tan drástica como la muerte y solo nos contenemos de organizar el linchamiento con ejecución pública porque –esto no hay que olvidarlo jamás– pertenecemos al bando de los buenos.

No advertimos que de alguna manera todos formamos parte del mismo grupo humano. No alcanzamos a comprender que nadie nace bueno ni malo, que para que se produzcan este tipo de sucesos cada vez con mayor frecuencia algo está mal en algunas partes y no solamente en el malvado corazón de los malos.

Repetimos eso de que es peor el silencio de los buenos y nos desgañitamos pidiendo atrocidades para que vean que no nos quedamos callados. Porque creemos que la voz de los buenos debe proclamar odio y pedir pena de muerte.
Olvidamos que los tenemos pegados a nuestras espaldas porque no somos más que la otra cara de la misma moneda.

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