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El Telégrafo

No se compran el honor ni la dignidad

26 de octubre de 2013

Es costumbre en nuestro medio político y social venerar a los falsos valores, al poder del dinero, al figurón, mediocre, vanidoso y a los aventureros que han logrado algún cargo de relevancia en la administración del Estado. Han robado espacio con la complicidad de la propaganda de los medios comerciales, a los hombres y mujeres, que aportaron, sin pedir nada a cambio, en la lucha por la libertad y contribuyeron desde otro ámbito al fomento y desarrollo del arte, la ciencia, la educación y otras expresiones de la cultura universal.

Promueven indignación las demostraciones de elogio a rufianes que engañaron al prójimo; mientras yacen en el olvido grandes personajes que enaltecieron a la patria, que se  sacrificaron por los demás y que entregaron lecciones ejemplares a las nuevas generaciones.

Erigir un monumento al abusivo, prepotente y aliado a la oligarquía es un atentado al honor y dignidad. Absortos cruzamos las calles y observamos instituciones educativas, puentes y edificios con nombres de personas por el solo mérito de haber desempeñado algún cargo público de importancia como audaz adulador de los gobernantes de turno.

Recientemente, un artista despistado inauguró en el paso elevado de La Atarazana, en la Av. Pedro Menéndez Gilbert, un mural con rostros de funcionarios municipales y de políticos vinculados al Partido Social Cristiano y Madera de Guerrero, sin mayor relevancia como para merecer un sitial destacado de reconocimiento ciudadano. Esa obra financiada con fondos públicos perdió su valor por la distorsión de su contenido. El autor, acosado por la crítica e impugnaciones, decidió enmendar su desatino, por cuenta propia.

Es tiempo de repasar la historia para rescatar valores que permanecen en el silencio y el olvido; mientras con el halago de la prensa “amiga”, se distribuyen medallones, pergaminos; se dedican murales, se erigen monumentos como expresión de adulo y pago a favores recibidos. Los grandes hombres y mujeres entregan todo de sí, por el bien de otros, sin el cálculo de la recompensa; mientras sectores pudientes pretenden convertir en apóstoles a los sátrapas que ofendieron al país y siguen en su tarea nefasta.

Allá brillan con intensidad, entre otros ilustres que se consagraron por causas nobles: Bolívar, Sucre, Espejo, Montalvo, Olmedo, Manuela Cañizares, Eloy Alfaro, Rita Lecumberri, Camilo Destruge, Dolores Sucre.

Es tiempo de terminar con la era de la mala costumbre de venerar a los falsos valores. Llegó la hora del rescate y del cambio.

Los grandes personajes tienen un amplio espacio de reconocimiento público, con o sin monumentos, murales o condecoraciones.

A los rufianes se les recuerda que el honor no se compra ni con medallas de oro.

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