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El Telégrafo

No más homofobia ni exclusión

17 de febrero de 2012

Parece mentira, pero es cierto. En el Ecuador, en pleno siglo XXI, aún existen clínicas o centros de rehabilitación para “tratamientos de deshomosexualización”. La organización  Artikulación Esporádika respaldó la denuncia de Paola Concha, quien relató que fue recluida en uno de estos centros contra su voluntad,  fue aislada durante días, no la dejaban comer y finalmente fue violada por alguien que trabajaba en la clínica, quien no tuvo reparos en considerar que sus acciones  constituían una “cura”.

Ya es hora de terminar con estas prácticas, que no solo atentan contra los derechos humanos, sino que revelan a un país (un sector ¿minoritario?) que todavía está anclado en esa actitud pacata, discriminatoria y excluyente que no guarda relación alguna  con nuestra Constitución, que garantiza los derechos de todas las minorías, ni con la construcción de una sociedad incluyente e igualitaria, en la cual estamos empeñados la mayoría de ecuatorianos.

Hay, sin embargo, hechos que ojalá contribuyan, en nuestro país, a desterrar la homofobia y toda forma de discriminación y exclusión.  Hace poco, en las elecciones presidenciales en Finlandia, uno de los candidatos era Pekka Haavisto, quien nunca ocultó su condición homosexual y así llegó a la segunda vuelta, y, además, con la participación activa de su esposo, el ecuatoriano Antonio Flores.  Y no solo eso, sino que en nuestro propio país se ha incorporado al Gabinete una activista por los derechos de la comunidad GLBT (gays, lesbianas,  bisexuales y transgéneros) y, en buena hora, esa incorporación se ha dado con total naturalidad.

Pero quizá el hecho más significativo acaba de darse en Brasil, cuando la presidenta Dilma Rousseff acaba de nombrar como su ministra para la política de mujeres a Eleonora Menicucci, una mujer de 68 años, divorciada, ex guerrillera, con dos abortos declarados, feminista y bisexual.

Menicucci y Rousseff fueron compañeras de cárcel y de tortura durante la dictadura militar, entre 1970 y 1972. En su posesión como ministra, recordó “que habían dejado su vida en la lucha contra la dictadura”, por lo que fue largamente aplaudida.  A pesar de que el tema de la liberalización del aborto es aún tabú en Brasil, como en Ecuador, por la presión tanto de la Iglesia católica como de las evangélicas. Sin embargo, Menicucci ha sido clara: “El aborto no es un problema ideológico, sino de salud pública”. Por ello, uno de sus principales objetivos será luchar porque en Brasil “ninguna mujer pierda la vida por muerte materna”.

Así, no cabe duda de que estos hechos contribuirán a la lucha por los derechos sexuales y reproductivos, en especial de las minorías. Y ojalá pronto ningún ser humano sufra discriminación alguna por ningún motivo, y menos por sus preferencias sexuales.

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