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El Telégrafo

No lo digo yo

09 de julio de 2013

Existe un par de películas en donde se insinúa que ciertos estamentos de poder norteamericanos podrían atacar a su propia e inerme población civil, movidos por algo que se podría llamar un “bien ulterior”.

Estas dos películas se llaman “Epidemia” (Outbreak), la una, y la otra es la versión cinematográfica de la conocida serie de dibujos animados “Los Simpsons”. En esta última, después de un descuido de Homero Simpson, se produce un desastre ecológico que lleva a que el Presidente de Estados Unidos y sus asesores decidan aislar la ciudad por medio de una cúpula de cristal que impide su contacto con el mundo, lo cual desata una despiadada persecución contra toda la familia Simpson. Pero, por otro lado, se planea en algún momento atacar la ciudad de Springfield con un arma de destrucción masiva que no dejará piedra sobre piedra.

Suele decirse que la literatura
y el arte pueden mirar más allá del limitado tiempo y el breve espacio en que se desenvuelven nuestros días
Con más seriedad, en la película “Epidemia” (Outbreak, en inglés) vemos cómo al desatarse una epidemia de una mortal enfermedad en una pequeña ciudad norteamericana, y sobre todo al volverse aparentemente incontrolable la situación, se considera la posibilidad de arrojar una bomba que eliminará al poblado para impedir la expansión del mal.

Más allá de la calidad cinematográfica de estos filmes, siempre me pareció pavorosa la posibilidad que en ellos se plantea: el bombardeo atómico de su propio territorio, el abandono y la desprotección de una población ya lastimada por el desastre ambiental o por la enfermedad; la idea de eliminar, destruir y sostener que tal vez nunca existieron los pequeños poblados que de un día para otro serían borrados del mapa.

Suele decirse que la literatura y el arte pueden mirar más allá del limitado tiempo y el breve espacio en que se desenvuelven nuestros días. Estas películas tienen ya algunos años, y sin embargo, en este momento en el que un gobierno no ha tenido escrúpulos en ponerse a espiar a sus propios ciudadanos y persigue con actitud de fiera hambrienta a uno de sus hijos por haber denunciado actitudes no digamos ilegales, sino antiéticas, me parece que tanto “Los Simpsons” como “Epidemia” cobran una inusitada actualidad. Pues, si bien en ninguna de ellas se aborda el tema del espionaje, en ambas se demuestra cuánto aprecio le tiene a su propia gente un gobierno que mira por otro tipo de intereses y centra en ellos su sistema de valores.

Dirán que solo son películas, ficciones, maquinaciones de mentes demasiado imaginativas… pero después de lo que hemos visto en estos días, ¿lo siguen creyendo así?

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