Publicidad

Ecuador, 21 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

No hay cielo como el de Quito

30 de julio de 2022

Veo el pronóstico del tiempo de los próximos días, y anuncia cielos nublados y lluvia. Y, para el domingo, tormentas eléctricas. Mi cuerpo simplemente no quiere aceptar que así sea. De las dos estaciones que teníamos ya no nos queda ninguna. Me acuerdo que mi padre, cuando se preparaba para recibir visitas del exterior, les pedía que vengan en la primera quincena de junio para que observaran la maravilla de la ciudad recortada frente al cielo de azul profundo y engalanada por las montañas nevadas.

Los niños que salíamos a vacaciones en julio estábamos felices de saber que tendríamos una estación seca de al menos tres meses. Apenas sentíamos el viento que anunciaba el verano, nos preparábamos para hacer cometas de papel de estraza con hilo de Chillo, carrizos y tijeras. Para la cola poníamos lanas o papelitos de diferentes colores recortados en tiras. Aprovechábamos del buen tiempo volando cometas al aire libre en el Itchimbía. Gozábamos lo indecible al conseguir que las cometas se mantuvieran en el cielo.

Nuestro padre nos llevaba al campo y nos enseñaba los nombres de la montañas, de las flores, de las plantas. Ascendíamos cimas, íbamos a páramos, a lagunas, al Pululahua, a la Mitad del Mundo, respirarábamos aire puro, llevábamos cucayo, caminábamos mucho, quedábamos muertos del cansancio. Pronto estábamos ya con paspa en la cara y en las manos. Mi madre solía bañarnos en crema para evitar la sequedad de la piel. Entonces no se usaba protector solar ni se hablaba de la virulencia de los rayos ultravioleta por la destrucción de la capa de ozono. Pero andábamos con gorras y sombreros para evitar la insolación.

Era la temporada de duchas en las terrazas con agua calentada al sol, de sombreros que volaban con el viento, de helados, de hacer melcochas, de la oración de la mañana. En tiempo de verano éramos enormemente felices.

Por eso mi cuerpo se resiste a seguir usando pulóveres y bufandas, impermeables y paraguas, botas y abrigos. ¡Ya es hora de que llegue el verano! Pero parece que como dice una de mis amigas el verano “se pasmó”. Y entonces me doy cuenta de que la falta de cielos azules límpidos en Quito es el resultado del cambio climático, y me entra una profunda tristeza. ¡Lo estamos experimentando!: los deslaves de la Comuna, el aluvión de Pimampiro, la erosión del Río Napo, las inundaciones en Loja son expresiones de ese daño a la naturaleza que viene haciendo la humanidad (especialmente la de los países ricos).

Los efectos del cambio climático ya están siendo parte de los estudios científicos. A pesar de la incertidumbre, ya hay alianzas que son de gran utilidad para la toma de decisiones en la prevención de desastres y en la adaptación que debemos hacer los seres humanos a las nuevas situaciones. Las carreras que tienen relación con las Ciencias de la Tierra de la Universidad Central del Ecuador han empezado una alianza con el programa SARS-CBC de la NASA para dar capacitación a personas e instituciones sobre el uso de imágenes conseguidas por medio de radares en la prevención de desastres. Este empeño cuenta con la colaboración de las Universidades de Alaska, en Fairbanks, y de Alabama, en Huntsville, de los Estados Unidos. Por otro parte, la investigación de académicos de la Universidad Técnica de Cotopaxi y sus socios peruanos (Ilbay et al., 2021) sobre los efectos del cambio climático en la cuenca del Río Guayas concluye que habrán problemas futuros, como el déficit hídrico en época seca en la Costa y, al mismo tiempo, inundaciones durante la temporada de lluvias. Ambas iniciativas demuestran que el conocimiento científico debe preceder al diseño de estrategias para hacer frente al cambio climático.

No pierdo la esperanza de que la iniciativa del presidente Biden para el manejo del cambio climático logre pasar en el Senado de los Estados Unidos de tal manera que el súper poder del mundo dé ejemplo a los demás países desarrollados en hacerse cargo de sus responsabilidades. Tampoco pierdo la esperanza de que nuestro bello verano quiteño ¡llegue de una buena vez!

Contenido externo patrocinado