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El Telégrafo

No era apatía, era mayoría

22 de febrero de 2013

Frente a una victoria tan contundente e inapelable no queda sino abrir los ojos y mirar al verdadero país. Al país que se ha construido en los últimos seis años. Volver a la realidad y negarnos, por nuestro bien, a seguir engañando y engañándonos. Los resultados y el respaldo abrumador evidencian que uno es el país de verdad y otro el que nos presentan cada mañana, cada día, los medios de comunicación privados.  

Y lo mismo sucede con los partidos políticos, también forjaron un país imaginario basados en los espacios que cada mañana tienen en esos medios de comunicación. Y en el adulo de periodistas, analistas y presentadores. Vivir de espaldas a la realidad, al verdadero país, les costó caro. En la mayoría de los casos, les costará la muerte política. Se olvidaron de que el país real está en la calle, en el diario convivir, y no en los medios. Se olvidaron de que ahora se puede, desde otros mecanismos de información y comunicación, contrastar y desmentir. 

Se olvidaron de que la credibilidad de los medios, cuando se convierten en actores políticos extremos, se evapora y se vuelve un boomerang: “Si Teleamazonas lo dice, seguro es mentira”, escucho con frecuencia en taxis que frecuento.  

Sin embargo, de las primeras respuestas que se observan, una vez conocidos los resultados, no hay reflexión y peor autocrítica. Por el contrario, hay soberbia. Los rostros de los presentadores no pueden ocultar la amargura, la frustración y la ira que produjo en ellos la derrota tan contundente.

Un periodista, esa misma noche, confundió propositivamente mayoría con totalitarismo. Desconociendo elementales principios de convivencia democrática. Y no solo eso, sino que aun pretenden cuestionar y minimizar la victoria, incluso hablando de “dictadura de la mayoría”, lo cual constituye una postura totalmente antidemocrática.

Es tiempo de mea culpa. Ya no hay opción para seguir dilapidando los principios, la misión y las obligaciones de un periodismo responsable y serio. Crítica sí, pero con responsabilidad. El autodenominarse “independientes” cuando son actores políticos radicales de oposición, solo les ha llevado a perder audiencias y, sobre todo, credibilidad. Y eso es grave, no para el negocio privado, sino para la democracia y para el ejercicio ciudadano.

Cada uno debe asumir su rol. Y hacerlo con responsabilidad. Se trata de construir un país mejor. Se trata de reducir la pobreza. Pero se trata también de estar mejor informados, de contar con espacios de opinión válidos, de generar espacios críticos. Se trata de radicalizar el proceso de Revolución Ciudadana, pero también de profundizar la democracia. Es decir, de garantizar los derechos civiles y ciudadanos y las libertades. Se trata de mejorar la calidad de vida de todos los ecuatorianos.

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