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El Telégrafo

No aguantan nada

29 de noviembre de 2012

Algunos hijos de la partidocracia se han vuelto muy aniñados y delicados, no aguantan nada. El mediocre por ejemplo, acude a la Fiscalía General de la Estado para “denunciar”, como si fuera delito, el saludable recordatorio a la opinión pública del país, acerca de la naturaleza entreguista de su gobierno traidor, al que accedió con los votos de los sectores progresistas y avanzados de nuestra sociedad que apoyaron esperanzados un patriótico programa  antiimperialista, de respeto a la soberanía nacional y rescate de los recursos naturales; y lo primero que hizo fue ir a ponerse de alfombra al servicio del imperio, firmando al apuro la más nefasta carta de intención, obligándose a privatizar todo el patrimonio del Estado, a eliminar subsidios, rebajar pensiones jubilares e hipotecar todos nuestros recursos para garantizar el pago de la deuda externa. No quiere que se refresque la memoria colectiva sobre el apetito tronchista de los Napo Villa, y más familiares ganapanes de quien en vida política fue el oscuro coronel.

En su estrecha concepción mental pretende acusar a la historia de delincuente común y, si es posible, mandarle a la cárcel, para que le “deje en paz”, sellando para siempre sus páginas que recogen las hazañas de aquella cuadrilla de entontecidos por el poder y el dinero. Y la desesperación debe ser mayor al darse con la puerta de “pelucolandia” en los dientes, a donde acudió con la confianza de que, como en 2009 le apoyaron incondicionalmente, ahora también contaría con sus votos. Hoy para él las cosas han cambiado rotundamente, los reaccionarios ya tienen al banquero por quién votar, que es harina de su mismo costal.

El banquero también está muy molesto por el atrevimiento de difundir su evidente relación ideológica con el gobierno del fraude bancario y de la sucretización de la deuda, demoledores golpes contra el pueblo, en exclusivo beneficio de banqueros y de la oligarquía empresarial. Eso no quieren que se le recuerde a la gente, con la fallida esperanza de volver a asaltar el poder e imponer la egoísta agenda de sus apetitos, privilegios y canonjías, negándole al Ecuador profundo su infinita capacidad de empoderamiento y organización popular para cuidar con celo las maravillosas conquistas de la Revolución Ciudadana.

Para “esa gente” es un delito soñar con el cambio que vivimos, es punible la esperanza de una patria altiva y soberana. Quiere medirnos con la audacia de sus mezquinas ambiciones y, para darle fuerza a su pretensión penal, nos amenaza, como todo cobarde que se esconde detrás del populacho, dizque con “hacerse justicia por mano propia”. ¿Tendrá a mano un helicóptero para no morir en el intento?

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