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El Telégrafo

¡Neoliberalismo!

08 de agosto de 2012

El neoliberalismo no es solo una doctrina macroeconómica. Como dice el escritor ecuatoriano Abdón Ubidia, es una cosmovisión que abarca muchos ámbitos del saber. Se caracteriza por la supresión de “referentes” de la “realidad real” en aras de la prevalencia de las puras representaciones. La supresión de los significados y la potenciación de los significantes.

Así, en la economía desaparecen las relaciones de producción y se las reduce a los juegos monetaristas macros: precios, valores bursátiles, etc. En el paradigma del dinero, los mercados son, en forma natural, el mejor mecanismo para organizar la economía. El Estado debería intervenir lo menos posible, puesto que todo se organiza sobre la  base de la entelequia de los mercados.

En la filosofía, los referentes humanos del bien y el mal, de lo verdadero y lo falso, y la realidad, se convierten en una fantasía mediática. En el arte predomina la figura, impuesta desde los centros del poder cultural, del curador y el referente fundamental del artista pasa a ser el ejecutor sometido a sus dictados, de nuevo parafraseando a Ubidia.

Incluso en el ámbito de las ciencias, las lecturas tendenciosas que se han hecho de libros célebres como el “Gen egoísta”, de Richard Dawkins, solo sirven para auspiciar, en el campo de la ideología, el individualismo más craso: el del homo economicus.

En resumen, la “deliberada complejización” del discurso neoliberal solo sirve para ocultar los hechos de la realidad real bajo el manto de una “realidad virtual” que justifica abusos económicos, por caso, del capital financiero.

El neoliberalismo es el imperio del capitalismo salvaje. Es el sometimiento a los mandatos perversos de los organismos internacionales de crédito, como el Fondo Monetario Internacional del Banco Mundial, que dominan el mundo financiero y que provocan: a) un endeudamiento obligatorio; b) privatizaciones y ajustes estructurales; y c) un desmantelamiento y privatización del Estado.

Es el proyecto civilizatorio globalizador: individualismo más corporativismo garantizado por el poder bélico de determinadas potencias.

Es la filosofía fundamentalista de la libre empresa ilimitada.

Es el predominio del interés privado contra el interés público.

Es la obligada depredación de la naturaleza, de la sociedad y las culturas, en nombre de la sola acumulación, sin límite alguno, del gran capital.

Es la degradación de la política cuando ciertos partidos y movimientos extienden la idea del mercado -que guía todo su pensamiento- a sus acciones estratégicas, como lo que estamos viviendo: la mercantilización de las firmas (compra y venta).

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