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El Telégrafo

Navidad, ¿amor y paz?

25 de diciembre de 2013

Hoy es Navidad, de obligada reflexión. Los españoles impusieron a nuestros aborígenes la religión católica, tras la sangrienta conquista. Desde siglos, el pueblo la celebra como máxima expresión de amor y paz; ya que el credo cristiano afirma que Jesús vino a salvarnos y exhortó a construir un mundo de paz, justicia, libertad, fraternidad, equidad y alegría.

En contrario a esos postulados, el capitalismo impregnó un sesgo consumista y la convirtió en un momento de locura comercial, distorsionando todo y provocando un estrés colectivo que a la gente de los estratos medios y populares deja exhausta y endeudada, pues compra toda clase de adefesios, más allá de sus ingresos. Ya no solo es el juguete tradicional para los niños, es el regalo para todos, a los parientes y amigos(as) ‘secretos’. Los comerciantes, desde que lo inventaron, liquidaron en su beneficio el decimotercero y con las tarjetas de crédito y ofertas extraen buena parte de los ingresos salariales por muchos meses, hasta que llega la nueva Navidad y sigue la fiesta. Todos los saben.

Sin embargo, lo de fondo es que el capitalismo occidental y ‘cristiano’, desde siempre y cada vez más, es concentrador de la riqueza, explotador de los trabajadores, con poderosos comerciantes y afines insaciables en el afán de lucro, con una clase privilegiada de grandes propietarios y una masa laboral que sobrevive, junto a millones de desempleados, que viven en la miseria y marginalidad. Así, la Navidad no es para todos.

En este sistema, injusto para las mayorías, los niños pobres no tienen regalos, ni juguetes ni pan; en nuestros países, a lo largo de los tiempos, la pobreza y la mendicidad se han propagado, al igual que el trabajo infantil; arrecian la delincuencia, prostitución, trabajadores ambulantes fuertemente reprimidos, la marginalidad, conflictos sociales y protestas.

En buena parte del mundo, la paz está ausente y las guerras son inevitables, se multiplican. Todo se deshumaniza, el capital saquea, pervierte, está sobre el trabajo y los seres humanos.

Hay que superar las injusticias, la miseria y las guerras; buscar el progreso, la justicia y la paz; luchar por cambios profundos para que los niños sean permanentemente felices más allá de las navidades y la caridad (‘pascuas’), algún juguete financiado por una teletón o ropa usada.

Hay que luchar por cambiar el sistema que oprime a las mayorías y afecta tanto a los niños, que en nuestros países, con excepciones como Cuba, no van a la escuela o sufren elevados índices de deserción escolar, morbilidad, mortalidad, maltrato, abuso sexual, explotación laboral, discriminaciones en todo sentido. Solo así se alcanzará la paz y la solidaridad.

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