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El Telégrafo

Narcotráfico en los diálogos de paz

14 de abril de 2013

Aunque el narcotráfico es el punto 4° de la agenda en La Habana, las FARC se anticiparon a proponer el "uso lícito" de los cultivos de marihuana, amapola y hoja de coca, además de negar cualquier tipo de vínculo con el narcotráfico. Es de esperar que si los diálogos se desarrollan “de manera efectiva, expedita, y en el menor tiempo posible”, como los mismos miembros de las FARC dicen que lo desean, en este punto no se enfrasquen en discusiones estériles sobre su “inocencia” o la legalización de la droga.

El tema para enfrentar mutuamente es eminentemente práctico: desterrar de la  política, de la economía, de la sociedad en general y de toda organización, el negocio del narcotráfico. Negocio que ha penetrado la economía, la política y la sociedad colombiana; por el nexo estructural entre capitalismo y narcotráfico, la  relación entre ciertas elites y narcotráfico, y entre éste y los paramilitares, etc.

Las FARC no pueden negar su implicación. Múltiples estudios lo comprueban. Se iniciaron con el cobro de “impuestos” a la pasta o base de coca compradas por los  narcotraficantes a campesinos y recolectores, lo que requirió acuerdos formales con las mafias. Con el tiempo fueron asumiendo monopolios regionales, y entrando en las varias fases del proceso, cultivo, comercialización de hoja de coca y de amapola, producción de pasta y clorhidrato de coca en sus laboratorios, así como el alquiler de pistas de aterrizaje y comercialización de los productos derivados de las plantas a nivel internacional que las enriqueció con ingentes ingresos de dólares al año, sin los cuales difícilmente podrían mantener su numeroso ejército. Se estima que las FARC controlan la producción de casi el 70 por ciento de la coca cultivada, y también de forma efectiva las rutas más importantes de su salida de Colombia.

¿Cómo interpretar, entonces, las declaraciones vehementes que líderes guerrilleros hicieron a este diario: “no somos narcotraficantes ni lo hemos sido jamás”? Porque, según lo  expresó Iván Márquez en La Habana, los guerrilleros están  “haciendo uso de un arma poderosa que es la verdad. La verdad pura y limpia”. Y agregó “Es la mejor manera de persuadir”.  

Habría entonces que comenzar por sincronizar el lenguaje, para saber a qué verdades se refieren. Por mi parte, me alegraría si los guerrilleros pudieran refutar punto por punto, creíblemente, aquello de que no son ni han sido jamás narcotraficantes. Mejor harían si enfrentan la verdad sin engañar a nadie, porque la mentira como arma política no lleva a la paz.

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