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El Telégrafo
Guido Calderón

Narco-turismo

07 de diciembre de 2014

Los sitios de alto flujo turístico son apetecibles para el narcotráfico por muchas razones, la primera es que en ellos ingresan divisas y es legítimo ver a personas con monedas extranjeras, lo que se presta al lavado a través de grandes inversiones en infraestructura turística donde es fácil “esconder” varios millones de dólares y dar una cifra mucho  menor  a la verdadera inversión. Difícil dirimir si en un gigantesco complejo turístico de lujo se invirtieron 30 o 40 millones de dólares.  

El microlavado se materializa cuando hoteles que no tienen ocupación de pronto reportan estar llenos  todo el tiempo y pagan impuestos, pero cumplen su objetivo de ingresar dinero ilegal en el sistema financiero de un país y desde ahí transferirlo a cuentas en paraísos fiscales.

En destinos turísticos fuertes es imposible registrar todos los que ingresan y salen, lo que se presta a contratar “mulas”, turistas que después de gastar todo en la farra, creen poder recuperar el dinero y algo de ganancia al regresar a su país transportando  unos kilos de droga. La regla es que por cada mula-turista que cae preso, 10 sí burlaron los controles y entregaron exitosamente su cargamento, por ello, a pesar de las desgarradoras historias en  ‘Preso en el Extranjero’ los y las turistas siguen arriesgándose.

El turismo de lujo que viene en aviones y yates propios se presta a trasladar cargamentos de buen  volumen que en un viaje dejan millonarias ganancias.

La permisividad legal que hay en la mayoría de destinos turísticos también motiva a los consumidores finales a visitarlos y “disfrutar” en paz la variedad de sustancias que se oferta para intoxicarse.

Hasta ahí parecería que el narcotráfico es “normal”, algún despistado podría incluso elucubrar que puede ser “bueno” para la economía de un país, el detalle es que todos estos traslados de droga y dinero se dan en medio de ríos de sangre, de pérdida de miles de vidas, de inocentes  asesinados para escarmentar o cobrar deudas y el cine y la tv no paran de recrear estos sórdidos mundos alentando a los jóvenes a alcanzar el “éxito” a punta de pistola y la deshumanización más sanguinaria.   
Esta combinación de drogas, turismo, armas, violencia, decapitados, desaparecidos, secuestrados, tiene su mayor exponente -por el momento- en México debido a la indignación ciudadana por la desaparición de 43 estudiantes campesinos, cuyas jóvenes vidas difícilmente encajan en las comunes justificaciones que dan sus autoridades, como que es guerra entre carteles, si usted no se mete no le pasa nada y más clichés que nos hacen ver los asesinatos masivos como algo natural, como una asepsia del sistema que se autodepura para asegurar que las millonarias ganancias aporten al crecimiento económico del gigante azteca, que exporta su modelo al resto de Sudamérica, incluido Ecuador, donde dólares y turismo seducen a las narcoavionetas.

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