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El Telégrafo

Moralismo y dignidad electoral

11 de febrero de 2013

A esta altura de la campaña electoral es evidente que el debate político no se convirtió en el eje central para la reflexión de las propuestas políticas e ideológicas. La política, en casos contados, se concentra en un par de programas de gobierno con sustento ideológico, histórico y de mediano plazo; las demás propuestas o están de acuerdo en seguir con lo que ya se ha hecho -para lo cual no se entiende por qué votar por un candidato nuevo- o proponer menos impuestos y más libertad.

Eso de los impuestos, increíblemente, ha develado la debilidad ideológica de todas las derechas como de algunas izquierdas. Proponer la reducción de impuestos sin decir cómo se compensarían esos montos y a la vez decir que lo que se ha hecho en infraestructura continuará es una simple tontería llena de moralismo. Increíblemente, el argumento que se encuentra para bajar los impuestos es de tipo moral, es decir, que es la forma de tomar revancha contra lo que se ha hecho; es una forma de ofensa contra lo que la mayoría califica como positivo; una forma de revancha política.

Por eso coinciden todas las derechas desde la bancaria-financiera, hasta la agroexportadora como el “maoísmo-stalinista”; sí, increíble. Su coincidencia radica en tomar la revancha ideológica, porque sienten que han sido ofendidos en sus fundamentos; porque si se cumplen las demandas, esos sectores políticos deben hacer esfuerzos enormes para convencer a los votantes de que lo que proponen es mejor, pero -por lo que se observa- no hay nada nuevo. De ahí que el discurso se centre en un moralismo vergonzante y en una declarada incapacidad de propuestas. Las contradicciones pueden llegar al absurdo, como en el caso de proponer reabrir las “universidades” cerradas y darles cuatro años para ver si hacen algo bueno.

Algunos candidatos han reculado frente a esta propuesta o la han mezclado con la consigna del libre ingreso; lo irónico es que quienes reclaman el libre ingreso fueron quienes controlaron las grandes universidades públicas y casi las desmantelaron. Muchos somos testigos del manejo ideológico de un maoísmo criollo, mezclado con estalinismo y a medida que se quedaban sin marco ideológico sólido fueron incorporando una serie de fracciones ideológicas  que terminaron produciendo una visión campesina-étnica, burocrática bien sui géneris.

Y la paradoja mayor es que declaran y declaman luchar contra el Estado en todas sus manifestaciones históricas y a la vez participan en procesos electorales; claman por los votos del pueblo, el cual nunca los vio como su vanguardia…

Dejando de lado ese oportunismo histórico-electoral, no se puede negar que las izquierdas tienen más de coincidencia que de contradicción; aunque en tiempos electorales no se pueda ni se deba reconocer. El segundo o tercer lugar es significativo en estas elecciones; lo ideal es que las izquierdas -hay dos- copen esos lugares dignamente, porque la tendencia debe prevalecer en cuanto a los fines de la sociedad y el Estado frente al capital en el siglo XXI.

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