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El Telégrafo

Modelo a imitar

28 de febrero de 2013

A partir de la publicación de los resultados de la prueba del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes, quedó claro que el modelo educativo finlandés es un ejemplo para los sistemas educativos, no solo por el desempeño de los alumnos, sino porque ha logrado que estos sigan aprendiendo a lo largo de sus vidas.

En Finlandia existe una fuerte inversión en educación, su sistema es público y gratuito desde los niños que ingresan a las escuelas hasta los jóvenes que obtienen su doctorado en las universidades. La escuela básica dura 9 años y se cursa entre los 7 a los 17 años de edad.

En los primeros 6 años de estudios, las clases son impartidas por un solo maestro y en los 3 últimos grados, para cada materia, hay un profesor diferente. El máximo de alumnos en un aula es de 24 y un aspecto fundamental dentro del proceso es que aquellos que tengan
problemas de aprendizaje o tengan capacidades especiales son atendidos inmediatamente y se les ayuda para que no se atrasen.

El profesor es muy apreciado en ese país, y su formación es muy exigente. Por ejemplo, para ser maestro de primaria se requieren 6 años de carrera universitaria. Su preparación está dirigida a que, además de perfectos conocedores de las materias que imparten, sean auténticos pedagogos.

Existe una gran libertad de cátedra: a los 9 años de edad, el niño empieza el aprendizaje del inglés y a los 11 años se les da a escoger el estudio de otra lengua (alemán, sueco o francés). A partir de los 13 años, los jóvenes estudian asignaturas opcionales -según los colegios- y elegirán aquellas  en las que hará hincapié (como educación física, dibujo, música y otros idiomas). Además podrán escoger 2 asignaturas facultativas en ese nivel; mientras que en el nivel 8 podrán elegir 6 y en el último, 5. Este método promueve la independencia y el sentido de responsabilidad.

Con respecto a la manera de examinar a los estudiantes, dicho país tiene como principales lemas: “No crear tensión ni nulidad por los fracasos”, “lo importante es que los alumnos sientan que son buenos para algún campo”. Es por ello que las evaluaciones empiezan desde los 9 años, pero las calificaciones comienzan como tales a partir de los 13 años.

Las notas van de 4 a 10, porque no hay interés alguno en cuantificar la ignorancia, sino solo los niveles del saber adquirido. Pueden continuar avanzando aun con 1 o 2 fracasos en los exámenes, pero se procura que los aprueben lo antes posible. Las personas que administran los centros de estudios son educadores, no gente de negocios ni políticos de carrera.

Concluyo acotando que los valores que se inculcan se viven, y eso es lo que permite priorizar el bienestar de las personas. En Finlandia no es necesario un gasto desmedido para garantizar el orden y la seguridad, porque se ha insistido en despertar la conciencia de cada joven, llevándolo a entender que los seres humanos son más valiosos que las cosas y que la ciencia sí puede estar al servicio de la humanidad.

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