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El Telégrafo

Ministro sin pedigrí

22 de mayo de 2013

Antes ni siquiera existía el Ministerio de Cultura, pues la concepción tradicionalista de las “vacas sagradas” de la cultura quiso hacernos creer que cultura era lo que ellos discutían en los elegantes salones de la alta sociedad, con rimbombantes narraciones utilitaristas para endiosar a ciertos pelucones de alcurnia. A disgusto de su clase, reconocían la obra de algún mestizo, cuando les era imposible negar su calidad, tal el genio de Guayasamín. La historia escrita por ellos pone en evidencia la discrecionalidad con que sus cronistas se tomaban la libertad de elevar a próceres y héroes a cualquiera de sus parientes.

Avergonzados por ser criollos de esta tierra, no disimulaban su complejo al adoptar con entusiasmo ciertas expresiones culturales del extranjero, sepultando la maravillosa y eterna riqueza de nuestra propia cultura. Creen que cultura es el traje caro importado, fumar en pipa, adoptar modales cortesanos y sobre todo hablar en difícil, rebuscando palabras que nunca entendieron. Dejamos a salvo el fluido intercambio cultural con el primer mundo  y su benéfica influencia, que tiene formas claras y respetuosas de expresión recíproca.

Si cultura es la riqueza intangible que desde los ancestros ha configurado nuestra nacionalidad como la expresión de los valores colectivos del espíritu, recordemos lo que ocurría en el Ecuador del 2005, cuando el Gobierno del mediocre movilizó a todos sus empleados a Quito para que le defiendan de la ofensiva liderada por el entonces alcalde Moncayo. Las dos manifestaciones midieron fuerzas, se “discursiaron” mutuamente y luego cada quien se fue por su lado proclamando la pírrica victoria. Fue Paco Velasco, al frente de Radio La Luna, quien recogió la auténtica cultura de la conciencia ciudadana y con una convocatoria directa, como se le habla a un pueblo defraudado y traicionado por tanto atraco y vulgaridad oficial, logró despertar la cultura de la rebeldía, primero capitalina, luego del país, concentrando en horas de descanso a miles de hombres y mujeres “forajidos”, que luego se convirtieron en una valiente y abigarrada muchedumbre decidida a mandar ¡FUERA A TODOS! Y lo logró, rescatando la expresión cultural de la rebeldía de nuestra gente y su vocación por el cambio revolucionario.

Paco se ganó un espacio en el corazón popular y con su voto asistió a Montecristi para coadyuvar en la elaboración de la más avanzada Constitución del Continente, obra cultural de su talento constituyente, al que se sumó su protagónico desempeño al frente de la Comisión Legislativa de lo Económico, poniendo en vereda a los agentes de nuestra economía que tenían en cambio la cultura de la evasión y explotación. Francisco Velasco ha tenido carácter, consecuencia y lealtad revolucionaria para enfrentar todos los retos. Hoy tiene que hacerlo al frente del Ministerio de Cultura para que fluyan esos valores intangibles, enriqueciendo nuestro maravilloso patrimonio cultural que hoy tiene su cara propia en el mundo. Mucha suerte, señor Ministro.

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