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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Migraciones, migrantes y falacias mediáticas

22 de mayo de 2015

La aventura fundamental en la estancia de hombres y mujeres en la Tierra se inicia motivada por necesidades vitales e imperiosas; la búsqueda de horizontes que les permitieran sobrevivir. Si la vida humana tuvo su cuna en África, es más que evidente que esos pequeños grupos originarios de homo sapiens debieron caminar por generaciones y durante milenios tras lugares que les permitieran perdurar. Seguramente fue el comienzo de las migraciones que hoy tanto inquietan al mundo rico, aquejado por amnesia perpetua  y soslayando que la humanidad es un universo migrante, atávico.

Y es que el fenómeno humano de las migraciones, que existe desde siempre, se lo ha catalogado como un cambio o traslado de hábitat, entendiéndose como tal el sitio en que se reside, se labora durante un tiempo determinado y, por tanto, cuando los sujetos se mudan de ese entorno son extraños al nuevo ambiente al que se acogen, sea este temporal o no, y sobre ellos, los migrantes, entonces recae el peso de la lupa inquisidora de los que llegaron antes.

La emigración es una garantía humana sustancial reconocida, que en la actual centuria y desde el vórtice de la recurrencia de grandes grupos humanos, forzosamente obligados a abandonan sus patrias aquejadas por problemas socioeconómicos políticos, ahora esté en la mira mediática cotidiana, no para acusar sus causas, más bien para sindicar sus efectos y hace de aquella situación social no un dilema ético moral, sino judicial y cruel, ya que  el sistema de los países dominantes en el esquema globalizador permite el tránsito libre de bienes en todo el orbe, pero se  lo impide a ciudadanos del mundo subdesarrollado y, en consecuencia, ese derecho se convierte en maldición.

La prensa mercantilista -en cualquiera de sus modalidades, escrita, radiotelevisa- a nivel mundial ha sido gratificada para fabricar sucesos y crear teorías perversas sobre la migración que bien vale la pena trasladárselas a ustedes, queridos lectores, con todos sus componentes chauvinistas, racistas y xenofóbicos. Uno de ellos acude a sucesos de hace siglos; la desaparición del Imperio romano por la invasión de tribus ‘bárbaras’, comparándolas con los flujos migratorios provenientes de África y el Medio Oriente, solventando una mentira, para asustar a sus soñolientas audiencias, pues cifras de la ONU establecen en solo un 3% los llegados a la UE y EE.UU. de ese continente.

De igual manera, patrañas como “el desprecio de los emigrantes por la cultura occidental”, por no hablar los idiomas de los Estados de acogida, se deshacen. Datos del propio Gobierno británico indican que de 5 millones de sus inmigrantes apenas el 3% no habla inglés. En Francia, el 10% de los médicos son migrantes y el 20% de paramédicos no son franceses, y decenas de millones de esos extranjeros en  Europa aportan a la seguridad social y permiten sostenerla. En su impronta falaz, esa prensa vil olvida que 54 millones de europeos migraron a América, Asia, África, en menos de doscientos años a causa de los períodos de hambrunas, guerras y calamidades naturales.

El espectro del hambre y de epidemias en parajes áridos y despavoridos, de poblaciones rotas por conflictos sangrientos inducidas por ganancias para potencias imperiales: amos y traficantes de muerte, explotadores de pueblos, son el telón de fondo de la realidad migratoria. El leitmotiv de la mediocracia hoy es el naufragio o captura de frágiles navíos con miles de migrantes escapados de la miseria. Duros hechos que llenan espacios de cadenas surtidoras de noticias y desesperanza. (O)

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