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El Telégrafo
 Ricardo Hidalgo Ottolenghi

El miedo y sus caras

18 de mayo de 2022

El miedo se convirtió en atributo humano por causa del pecado original: “Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”.

Según el diccionario de la Real Academia Española, el miedo es la “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”.

A pesar de que es una emoción tan antigua como la humanidad, es un tema del que -al menos en medicina- no se habla o se habla poco, no hay un solo capítulo de libro que se titule “Diagnóstico y tratamiento del miedo”. Sin embargo, el miedo, hermano del sufrimiento, es un síntoma muy frecuente que padecen, en mayor o menor grado, todos los enfermos, sus familiares… y los médicos.

En su libro Cáncer biografía de una supervivencia, Albert Jovell dice que el miedo existe, aunque el enfermo intente controlarlo y que cuando se olvida de él, los demás se lo recuerdan. “Hay pacientes en quimioterapia que contemplan su enfermedad viendo las caras con las que les miran los demás. La mirada del otro se convierte en el espejo donde te miras. Es la mirada del miedo”.

En cuanto a los médicos, tarde o temprano, todos padecemos ese miedo que, como gas indoloro, nos invade todo el cuerpo y que, como diría Zweig, es “la impaciencia del corazón” por el temor al fracaso, a la equivocación y al desastre.

La medicina ha avanzado mucho, pero hay una cuestión pendiente muy importante: a los profesionales de la salud, no se les forma en habilidades de comunicación con el enfermo. Al médico le da miedo que el paciente le haga preguntas que no sepa cómo responder. Por ello, dejando de lado la formación tradicional, es hora de abandonar el viejo dualismo cartesiano; los que sufren no son los organismos, no son los hígados o los pulmones, son las personas. Si además de interesarnos por una medicina efectiva, nos preocupáramos por una medicina basada en el afecto, quizá entendamos que más importante que curar es cuidar y confortar.

Por último, el miedo es también un arma de dominación política y de control social. Así, suena macabro el uso político del miedo como forma de control de la población. No de otra manera nos inducen ahora a huir hacia el futuro ya que por lo visto todo tiempo pasado fue peor.

Pero esa es otra historia.

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