Publicidad

Ecuador, 02 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

México nos duele

09 de diciembre de 2014

El título lo dice todo. Expresión de indignación. Enunciado que sintetiza la lacerante realidad de un país que hermana a América y conmueve al mundo. Los recientes hechos acaecidos en México ratifican algo que ha venido sucediendo hace algún tiempo, esto es, el implacable deterioro de un sistema socioeconómico que ha servido de caldo de cultivo para menoscabar la condición humana, a costa de la ignominia y el constante atropello de fuerzas ilegales con la atroz complicidad oficial. Y en esta parte es pertinente la voz que ha alzado la ciudadanía de dicho país y de otros lares, para rechazar la actuación de los poderes fácticos en donde coexisten intereses fraguados en actividades anómalas, todo ello, con la connivencia gubernamental.

En tal sentido, el Estado tiene una directa responsabilidad en la desaparición ocurrida en septiembre, de los 43  estudiantes normalistas en Iguala, ya que su estructura de seguridad pública está corroída de corrupción, así como también otras instancias formales. Esto lo ratifica la serie de denuncias que se imputan a las fuerzas castrenses y policiales, a lo largo de casi una década, del cual se arroja la escalofriante cifra de 100 mil asesinados y desaparecidos como consecuencia de la descarnada violencia mexicana. (diario EL TELÉGRAFO / 14 nov. 2014/ pág. 14). Tal violencia se refleja en las fosas clandestinas encontradas a propósito de recientes indagaciones forenses.     

Esto ratifica una honda crisis institucional y el descrédito de un modelo político que ha esquilmado la esperanza social, so pena de sumergir a la población en niveles de pobreza, desde donde se origina la punta del ovillo de esta profunda problemática que duele a México y, desde luego, duele a Latinoamérica.

Es que la raíz de la conflictividad azteca se deriva de una falta de la redistribución de la riqueza, de prácticas de exclusión y de una galopante inequidad. Desde las entrañas del neoliberalismo brotan sus males endémicos como un creciente narcotráfico, lavado de dinero y mafias enquistadas en diversos círculos de la sociedad. Y una corruptela que mancha la imagen de tan querida nación.

En medio de tan nefasto panorama irrumpe la rabia de una sociedad civil que hace visible lo que los grandes medios privados callaron en su momento. Es la gente que se moviliza para exigir cambios en las políticas estatales. No se trata exclusivamente de las vidas humanas -que de por sí son primordiales- sino del futuro de una patria en cuyo corazón se guarda un luto que debe servir de lección para enmendar el camino trazado por el poder en alto grado de deslegitimación.

A propósito del 10 de diciembre, fecha en que se conmemora el Día Universal de los Derechos Humanos, es oportuno insistir en el grito colectivo: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. La masacre en el estado de Guerrero debe servirnos de ferviente testimonio de lucha, en el anhelo por alcanzar una sociedad diferente, en donde la vida del hombre esté por encima de cualquier otro interés, ya que esa es la condición suprema de toda comunidad civilizada.

Contenido externo patrocinado