Si muero lejos de ti/ que digan que estoy dormido/ y que me traigan aquí... Es la letra de esta bella canción que habla del amor del mexicano por su tierra. En este país, la muerte ha sobrevenido, en hitos históricos, en la lucha por ideales como en la revolución mexicana (1910) que, en parte, fue por la redistribución de la tierra; en la masacre de estudiantes en Tlatelolco (1968) enfrentando a un gobierno represivo y antidemocrático; en la lucha del subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, por los derechos indígenas y la tierra, etc. Recientemente, la desaparición y asesinato de 43 estudiantes, en Iguala, en el que están acusados policías municipales, alcalde, narcotraficantes, etc., reveló la crisis social y política de la nación azteca.
Por la indignación, la respuesta ha sido violenta por parte de estudiantes, maestros y familiares que quemaron la puerta del Palacio Nacional, el Congreso del estado de Guerrero y la sede del Partido Revolucionario Institucionalista (PRI), que son los entes visibles de un Estado que ha contribuido a mantener la corrupción, violencia, represión, impunidad, desigualdad, injusticia, caciquismo, marginación, etc. Este doloroso hecho rompió el inmovilismo social que ha mantenido últimamente México bajo el paraguas de políticos y funcionarios públicos corruptos, etc., que no solo se hacen de la vista gorda, sino que además se vincularon a grupos delictivos para favorecer sus intereses.
El origen de esta crisis viene desde la independencia (1821) en la que tomó el poder el PRI, manteniéndose durante 70 años, hasta que el Partido de Acción Nacional (PAN) logró desbancarlo entre 2000-2012, pero volviendo con Peña Nieto, actual Presidente. Las administraciones priístas, con ciertas excepciones, sirvieron a los grupos económico-financieros con el apoyo del poder mediático. La famosa ‘mordida’ (corrupción) se institucionalizó en todos los niveles hasta tal punto que se considera normal. Desde la década del noventa se evidenciaron los problemas del narcotráfico y la industria del secuestro.
La estructura económica está dominada por el oligopolio, con grandes empresas que controlan los mercados. El tratado de libre comercio con EE.UU. y Canadá llevó al predominio de las empresas transnacionales. Pero, además, los emporios también dominan los medios de comunicación constituyendo el poder mediático.
Tuve la oportunidad de estudiar y conocer al pujante, trabajador y valeroso pueblo mexicano que, por la matanza estudiantil, está indignado, con la violación de los derechos humanos, a la que se suma una afectación de los derechos económicos y sociales de millones de ciudadanos que, en una nación tan rica, sufren -además de pobreza- concentración del ingreso, riqueza, tierra, etc. Por el no esclarecimiento de los hechos, la lenta acción de las autoridades y del Estado han perdido credibilidad y generado dudas. Los estudiantes y los indignados mexicanos son el puntal de un movimiento que lucha por la justicia social, económica y el respeto de los derechos ciudadanos.