Publicidad

Ecuador, 25 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Mentiras reales

31 de enero de 2013

La farándula se conmueve con un tipo llamado Eduardo, rey de Inglaterra, que, ¡oh, maravilla!, abandonó el trono para casarse por amor. Pero todo era mentira. La verdad es otra, y más truculenta.

Eduardo, futuro rey inglés, de joven había llevado una vida licenciosa en Berlín, en ambientes de extrema derecha. Cuando llegó al trono, Europa ya olfateaba la amenaza nazi, pero se sabía que Eduardo, rey inglés, no era propiamente un enemigo de los alemanes. Y un día el mundo de las historietas rosa anunció: El Rey estaba enamorado de Sara Simpson. Pero a diferencia de los cuentos de hadas, Sara no era virgen ni nada parecido.

Su pasado incluía dos divorcios y muchas noches trabajando en cabarets del Lejano Oriente. A eso se sumaba que Eduardo y Sara eran amantes públicos, aunque el Rey era buen amigo del esposo de Sara. Con semejante triángulo amoroso y esa hoja de vida, Sara Simpson no podía ser Reina de Inglaterra. Y el Rey, del que los alemanes tenían fotos en sus orgías con chicos, era nada más ni nada menos que el Pontífice de la Iglesia Anglicana. Así que la solución fue brusca.

El rey Eduardo no renunció al trono por amor, sino por obligación. El servicio de Inteligencia le mostró sus fotos en orgías homosexuales y le tendió trampas para demostrar que, siendo Rey de Inglaterra, era colaborador de los nazis alemanes.

Para los medios de comunicación, era la tierna historia de un gran hombre que dejaba el trono para encontrar al amor de su vida. Nadie dijo que, antes de dejar el trono, rebajó el salario a toda la servidumbre y echó a la calle a los más viejos.

Eduardo -que ya no era rey- y Sara -recién divorciada- se casaron. Supuestamente iniciaron una vida sencilla, libre de aspavientos. Otra mentira. Al viaje de bodas Sara Simpson llevó más de 250 maletas. “Nunca se es demasiado delgada ni demasiado rica” decía la recién casada. Fueron a vivir a Francia, en un castillo, con sus perritos falderos. Los canes tenían a su servicio a dos chefs franceses que, cada día, les imprimían el menú en pergamino.

Ya retirados del mundanal ruido, organizaban orgías de todos contra todos, en medio de océanos de bebidas y poderosos sicotrópicos. Y a la una de la mañana, a las patadas, obligaban a abrir las puertas de Cartier, para comprar diamantes. Al final, aquel matrimonio compartió excesos y lechos con un famoso homosexual millonario y sádico, Jimmy Donnahue, famoso por castrar a un soldado con una cuchilla de afeitar.

La prensa rosa dice que el Rey renunció al trono por amor, para llevar una vida sencilla. La prensa rosa rima con mentirosa, y con otra cosa. En la vida, como en el ajedrez, también hay damas con tremendas compañías.

31-01-13-deportes-ajedrez

 

Contenido externo patrocinado