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El Telégrafo

Menos es más

14 de febrero de 2012

Esa manía de ideologizar absolutamente todo lo que se hace en un país, de meterle burocracia a todo para controlar políticamente al adversario, no siempre termina siendo algo positivo. De hecho termina siendo una especie de boomerang porque es tal el nivel de conflicto que genera, de complejidad en el desarrollo de los procesos, que la vida termina siendo demasiado complicada, pues siempre queda atada al miedo de ser objeto de castigos.

Alrededor de 1936 el liberalismo era la tendencia política que marcaba la pauta progresista y era el que promovía el intervencionismo de Estado.  Aun así, nunca se vio por estos lares del continente algo que hoy sí se ve, y es ese deseo excesivo de sus gobiernos por controlar casi todo lo que pasa en un país, con el fin de afincar el poder suficiente, logrado y casi que arañado con mucho esfuerzo a través de luchas intestinas de muchas décadas, para poder controlar a sus opositores.

Si bien el tema parece un tanto endémico en Latinoamérica, no quiere decir que no vaya a tener consecuencias a largo plazo, ya que “tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”, reza el refrán, porque esa necesidad de control va generando tanta presión, que llega un momento en que la gente se harta de tanta leguleyada, de tanta normilla, decreto, exigencia y papeleo. Y eso pasa porque no se puede andar siempre con pies de plomo, so pena de sanción. Está demostrado que cada vez que se dan estas tendencias, con el tiempo aparecen otras, en contraposición o como válvula de escape a tanta represión, que acaban por deshacer de un plumazo lo que se obtuvo en el pasado.

En mi concepto, tanta “reglamentaritis” ni funciona ni va a funcionar, a menos que se promueva como prioridad uno el desarrollo de una cultura social que haga que los ciudadanos actúen motivados más por convicción que por miedo.
Y es que todo exceso de carga, agobia y va creando unas presiones sociales inimaginables. Las normas ayudan, pero cuando ya se vuelven tan casuísticas, cuando dejan abierto el campo al subjetivismo y no vienen acompañadas de procesos de convencimiento ciudadano, solamente terminan siendo causa de injusticia, fuentes de corrupción y terreno abonado para la polarización de fuerzas. Entre más casuísticas sean, más baches habrá al dejar temas sin regular.

Siempre he tenido claro que menos es más y que para ello es que existen los principios generales del derecho.

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