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El Telégrafo

Medios que se han vuelto fines

20 de noviembre de 2013

Los escándalos sobre tesis de grado a diversos niveles se han vuelto populares: funcionarios de aquí y de otras partes lo han hecho. Se ha afirmado que en nuestro país el 50% de tesis de grado muestra indicios de plagio. Conducta ,además, que se da a diversos niveles en todas las instancias del sistema educativo.

Sin negar que el plagio sea una conducta reprochable, nos preguntamos, ¿por qué se produce con tanta frecuencia? Y la respuesta es menos complicada de lo que parece: porque en el sistema educativo al uso en todo el planeta lo que importa no es lo que sucede, sino lo que se ve, aunque no haya sucedido. O aunque haya sucedido de una manera distinta a la que se muestra.

Por ejemplo: para acceder a ciertas universidades en Estados Unidos una de las condiciones que se toma en cuenta es el liderazgo estudiantil. Válido, claro. Pero entonces, no tanto por afán de servicio sino por armar su currículo, es posible que estudiantes con ambición de ser aceptados en estas universidades se postulen a candidaturas en sus respectivos colegios, no para servir a sus compañeros, no ni siquiera para ganar, en ciertos casos, sino para mostrar que participaron en una elección estudiantil y así demostrar un supuesto liderazgo que con frecuencia cuestionan sus propios compañeros y compañeras de institución.

La sombra de la excelencia es la falsedad. Y el sistema educativo, también desde la sombra de la estrictez de sus filtros, la propicia.Esta manera de ver las cosas, llevada al tema de las tesis para obtención de títulos, aunque indigna, no sorprende: la demostración vale más que lo que se pretende demostrar, simple inversión de valores que en el campo ético se vuelve espuria.

Lo importante no es el conocimiento ni la calidad  profesional y humana, incluido el aspecto ético de la misma, sino la demostración de que algo ha pasado por ahí, aunque sea mentira.

La sombra de la excelencia es la falsedad. Y el sistema educativo, también desde la sombra de la estrictez de sus filtros, la propicia. Como dice un sabio y viejo refrán español: “Hecha la ley, hecha la trampa”.

Por eso también, en ciertos ámbitos educativos, se propone siempre que las reglas de conducta sean pocas, precisas, y que sus infracciones tengan consecuencias claras que, por supuesto, se cumplirán indefectiblemente.

Le falta mucho al ser humano para alcanzar un nivel de conciencia que le haga poner la transparencia por delante de la ambición.

Mientras tanto, los mismos sistemas educativos deben ocuparse de filtrar la demostración de la excelencia hacia la irrestricta formación de la integridad, que es la base de toda convivencia humana.

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