Antes de acabar el año, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) reveló un dato clave que destruye cualquier argumento (si se puede llamar así), contrario al matrimonio igualitario en Ecuador, aprobado el 12 de junio pasado: en 2019, 60.849 matrimonios se produjeron en Ecuador; de ellos, 63 corresponden a parejas del mismo sexo.
Esto destruye (para variar) el discurso homofóbico religioso que vaticina en su propaganda de odio y prejuicio que este derecho aprobado acabaría con ciertos valores o la familia; o que contradice principios en los que ellos creen, que sin embargo el Estado protege para todos por ser constitucionalmente laico.
A la par, el INEC también informó que 2019 arrojó 20.670 divorcios.
Peculiar dato que revela la probabilidad de que la tercera parte de los matrimonios acaben en divorcio, sin importar -quizá- la orientación sexual. Pues el único de esos 63 LGBT que conocemos (que se publicitó en 2019), en porcentaje, es diametralmente inferior al de divorcios hetero.
Las cifras son potentes, sin duda. Pero el fondo no es necesariamente ese.
Para argumentar contra los fundamentalistas religiosos y sus clérigos metidos en la cosa pública (políticos de elección popular, algunos, y otros, con poder tras el escritorio), lo esencial es que el derecho de 63 parejas no quitó en nada el que tuvieron otras 60.786.
Aún así, esas 63 tienen todavía impedimento para adoptar hijos; como trabas engorrosas para registrar su filiación ante el Estado, si decidieran tenerlos por métodos de reproducción asistida.
Los clérigos metidos en decisiones de Estado todavía creen que nos hacen un favor, y eso tiene que cambiar. (O)