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El Telégrafo

Más allá de la lealtad

24 de octubre de 2013

“A mí me ha costado mucho más trabajo las deslealtades, traiciones de los supuestos amigos, que los aciertos de los enemigos”, dijo el presidente Rafael Correa, molesto por los planteamientos de sus correligionarios en la Asamblea, a propósito de la fallida propuesta para la despenalización del aborto dentro del debate definitivo del nuevo Código Integral Penal. Agregó el Mandatario que no aprobaría esa reforma y que “si siguen estas traiciones y deslealtades” y si “mañana se evidencia algo muy lamentable que está ocurriendo en el bloque de Alianza PAIS” él presentaría su renuncia. Pero realmente el tema no es la antigua discusión sobre el aborto.

El problema es que varios de sus asambleístas fallaron a un acuerdo estratégico, dando claras muestras de tener una agenda propia de discusión diferente a la del presidente Correa. Ya lo advertí en mi programa radial, que fue más fácil ganar 100 curules para PAIS y 5 más que son muy afines del movimiento Avanza, que mantener a este conglomerado de jóvenes y algunos neófitos políticos disciplinadamente bajo el control presidencial para cumplir con los doce objetivos del Programa de Gobierno 2013-2017 y sus 35 Propuestas para el Socialismo del Buen Vivir.

La Dra. Homa Bahrami, de la Universidad de Berkeley en California, sugirió:  “La seguridad en el trabajo es un asunto acabado. La fuerza motora de una carrera profesional debe venir de los individuos”. Y lo que se aplica a los profesionales se puede aplicar a los políticos. A los seis meses de posesionados, varios asambleístas buscan su espacio en un estrecho ámbito de gestión, en el cual la aprobación de las importantes leyes tiene prelación a cualquier tipo de iniciativa personal. En este tiempo, la Asamblea misma ha pasado inadvertida para el ciudadano común, lo mismo que todas sus figuras individuales. La aprobación de los cuerpos legales se la mira como consecuencia del liderazgo presidencial y no como producto de la iniciativa y trabajo de la Asamblea.

Parece que algunos asambleístas han hecho un balance de sus activos políticos y populares en función de: los proyectos presentados, los beneficios cualitativos y cuantitativos generados para sus electores, sus índices de aceptación, nuevas habilidades políticas aprendidas y, por supuesto, al número de contactos valiosos que han obtenido. Es muy probable que este balance sea nulo o casi imperceptible, lo cual ha provocado una muy natural reacción para lograr algo que les dé notoriedad. Descubrieron que, al salir de la Función Legislativa muchos de sus predecesores, la Asamblea no perdió varios años de experiencia y conocimientos, sino la misma cantidad de experiencia y conocimientos con la que llegaron, solamente que la repitieron año tras año.

Es decir, dejaron su curul sin ninguna trascendencia. Los asambleístas necesitan darle valor agregado a su gestión, pero están impedidos por la disciplina partidista. Terrible dilema ético. Y ya se ve que hubo los primeros disidentes que abiertamente comprometieron su lealtad y disciplina para lograr ser percibidos por la gente. Otros esperan dejar su posición actual y correr en las elecciones de febrero 2014 para alcanzar algún mandato seccional que les brinde más holgura para desarrollarse políticamente.

Al final del día, el Presidente impondrá respeto y pedirá la destitución de algunos asambleístas. Se realizarán cambios en sus autoridades para reforzar especialmente la unidad y disciplina. Pero ya la cancha está trazada y deberán aprender a ser buenos asambleístas, elegidos por el pueblo bajo los principios del “Viejo Luchador”: “Nada para nosotros, todo para la patria, para el pueblo que se ha hecho digno de ser libre”.

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