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El Telégrafo

Marca registrada®

06 de junio de 2013

No he podido resistir la tentación de escribir sobre el fallido logo del Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI) que fue copiado de un banco de imágenes de la página de internet CanStochPhoto, pues irónicamente la institución que es encargada de velar por el respeto a los derechos de autor es sujeto de un plagio.

Pero antes, déjenme contarles mi primera visita a Chinatown en New York con mi esposa y una colega. Prácticamente me arrastraron hasta Canal Street, que bullía de actividad, comida, olores y cientos de vendedores, con la promesa de que después de sus compras me acompañarían a comer pato Pekín, negro, feo y sabrosísimo. Una joven china se acercó murmurando: “Carteras, carteras”, a lo cual mis acompañantes preguntaron en dúo: “¿Tiene carteras Prada?”. Y nos dirigimos a un vericueto de  zaguanes y pasajes, hasta llegar a una inmensa bodega con todas las marcas inimaginables de carteras, bolsos, gafas, relojes y demás. Todas de “marca”. De hecho, los bolsos no eran Prada; ni las gafas eran Dolce&Gabbana, y tampoco los relojes eran Rolex. Todos eran relativamente buenas falsificaciones.

¿Qué hace que la gente busque comprar falsificaciones?  Los sociólogos le llaman señalización externa, que es la manera como comunicamos a otra gente lo que somos por lo que usamos. La antigua Roma tenía regulaciones acerca de lo que cada uno podía usar de acuerdo a su clase y nivel social. Posteriormente, en el Renacimiento Inglés solamente los nobles podían usar cierta clase de pieles, telas, lazos y decorados; mientras que el vulgo debía usar prendas menos llamativas. Algunos grupos fueron mucho más diferenciados para que no se los confundiera con gente respetable.

Y de hecho si vemos a alguien con un Rolex, una cartera Louis Vuitton y unas gafas Gucci, inmediatamente pensamos que son falsificados...Las prostitutas, por ejemplo, debían usar capuchas a rayas para mostrar su impureza y los herejes eran forzados a usar parches con pequeños atados de madera para indicar que podían ser quemados en cualquier momento. Por supuesto: vulgo, prostitutas y herejes aprendieron a usar atuendos diferentes a los prescritos, de la misma manera que alguien usa unas gafas Gucci falsificadas. Es decir, de una manera silenciosa, pero directa, mienten a los que están a su alrededor.

Ahora nuestro sistema no es tan rígido como en la antigüedad; sin embargo, el deseo de demostrar éxito e individualidad es más fuerte que nunca. Y la compra de “falsetes” realmente afecta a los manufactureros, pues si mucha gente compra un Rolex de $50, los adinerados no van a estar dispuestos a pagar $10.000 por un legítimo reloj. Y de hecho si vemos a alguien con un Rolex, una cartera Louis Vuitton y unas gafas Gucci, inmediatamente pensamos que son falsificados. Entonces, cuál es el valor de la señalización externa comprando las versiones auténticas: ninguno que sea diferenciador.

Regresemos a nuestro logo “copiado” del IEPI. No tiene en esencia nada de raro. Terrible, pero cierto. El diseñador gráfico, con la urgencia de presentar un buen y creativo trabajo, no pensó dos veces y se decidió por copiar un diseño ya registrado. Y lo peor que es un diseño que está a la venta. Parecería que a pesar de lo que pensamos, realmente no tenemos una clara noción de quiénes somos. A esto le llaman los sociólogos auto-señalización, que es como engañarnos a nosotros mismos pretendiendo ser lo que no somos y en cierta forma se ha creado una cultura de la mentira, la falsificación, el plagio.

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