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El Telégrafo

Manipulación de la información

25 de octubre de 2012

La información es una columna del poder, pero la capacidad de manejar esa información o incluso desinformar a la población es el verdadero poder intrínseco de los medios. Los poderes económicos en el mundo, nutridos por los servicios de inteligencia, manejan el control de los medios de comunicación para lograr sus metas a base de moldear la realidad según sus propios intereses.

Los grupos empresariales que acaparan los medios de comunicación masivos ejercen un poder mediático implacable. El poder para transmitir valores, fiscalizar los actos de autoridad, denunciar las injusticias y buscar la verdad, que se ha acrecentado en la “sociedad de la información”, en la cual la comunicación es instantánea y donde los medios han devenido, en la práctica, en el espacio privilegiado de socialización de significados compartidos.

La libertad de informar es cada día más una utopía por las distorsiones que la dificultan. En el mundo actual, la información globalizada nos impone un pensamiento único y una sola visión de la realidad. Los periodistas ven su independencia socavada por los intereses comerciales y políticos de los medios en que trabajan. Es una especie de “dictadura” de la publicidad.

Las grandes compañías capitalistas gastan inmensas cantidades de dinero en esas campañas publicitarias para crear una determinada imagen de sus negocios. Por esta práctica en la comunicación moderna, los comunicadores sociales y reporteros son impedidos de publicar informaciones que vayan en contra de los intereses de los anunciantes. Es obvio que la radio y la televisión viven gracias a esos ingresos publicitarios.

Para ser consecuentes con su rol social, más que sus utilidades y la tecnología, el activo más importante de la prensa es su credibilidad. Sin importar su orientación editorial, un medio de comunicación no puede renunciar, sin desvirtuar su naturaleza, a principios fundamentales de la actividad periodística, como son la objetividad, el pluralismo y la búsqueda de la verdad.

En nuestro país se ha dejado libre casi exclusivamente al mercado proveer la base material para el ejercicio de la libertad de expresión, confiando en que el profesionalismo de los medios de comunicación y su necesidad de ser creíbles ante la opinión pública los obligará a respetar estos principios universalmente aceptados.

Desafortunadamente, varios medios nacionales carecen de códigos de ética, cuyo cumplimiento debería ser exigible por parte de la opinión pública, y que constituyen el marco regulatorio autoimpuesto en el seno de los más prestigiosos medios de comunicación mundiales.

En tal virtud, se impone un debate urgente acerca de la manera como los medios en el Ecuador deberían cumplir su papel de informar en forma amplia, veraz, equilibrada y oportuna, resguardando los principios de objetividad e imparcialidad. Lamentablemente, para algunos medios de prensa de nuestra patria, rige una máxima que reza: “Desinforma, que algo queda”.

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