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El Telégrafo

Manicomio planetario

26 de agosto de 2013

Si alguien dijera que el mundo está manejado por locos de atar sería considerado un desquiciado a pesar de sostener algo cierto. Si no cómo explicar que se despilfarren los recursos del planeta en fabricar armas, cuya finalidad es arrasar con todo lo que vive; en producir y comercializar drogas, que embrutecen a los humanos; en traficar con personas engatusadas, principalmente en la prostitución, que denigra al que compra y al que vende; en sobreexplotar los recursos naturales de la Tierra, especialmente los no renovables, en detrimento de las generaciones que van a heredar este manicomio.

Sobre la base de estas cuatro actividades se sostiene la economía mundial, por ellas las guerras, las matanzas crueles y la lucha por el poder hegemónico entre los grandes monopolios. Y no es para menos, aproximadamente esos cuatro rubros mueven por año una bicoca superior a los seis billones de dólares, dinero que controla a su antojo la gran banca multinacional y cuya cantidad basta para amontonar billetes de mil dólares hasta superar la altura de las mil montañas más altas del planeta juntas.

Y uno se pregunta por qué los gobernantes de los países poderosos no hacen nada para detener estas actividades, la mayoría ilegales, a pesar del sinfín de organismos creados con este objetivo. Pues porque ellos no gobiernan.

Vivimos en un mundo de fantasía cuya realidad es tan inverosímil que no podemos creer que sea cierta, si no cómo explicar que la droga producida en las zonas controladas por las tropas ocupantes de Afganistán sea trasladada a Europa en aviones de la OTAN, motivo por el que las autoridades rusas advirtieron a esta organización que no les prestaban sus aeropuertos para ese tipo de actividades.

También, cómo entender que la mafia que gobierna un país europeo, para cuya fundación fue necesario que la OTAN hiciera la guerra que desintegró Yugoslavia, sea responsable de la comercialización de esa droga y de la producción de órganos humanos obtenidos a partir de prisioneros tratados relativamente bien (para que el “producto” no se estropee antes de ser extraído), y que el tráfico de esos órganos lo realicen miembros de organizaciones religiosas judías de los EE.UU.

Esto y mucho más se puede decir del mundo en que vivimos y que la llamada prensa libre calla más por complicidad que por ignorancia. ¿Y nosotros qué podemos hacer, entonces? Formar la gran Unidad Latinoamericana que, ojalá, pueda librar al mundo de la ignominia a la que ha sido conducido por las actuales potencias imperiales.

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