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El Telégrafo

Mandela, medio siglo después

11 de julio de 2013

Una de las características que conmovieron a la humanidad de posguerra del siglo pasado fue la de los movimientos de liberación nacional, que cambiaron el curso de la historia en muchos países de África y de Medio Oriente. En las décadas de los años 60-70-80, estas naciones fueron escenarios de virulentos combates armados entre las fuerzas anticolonialistas y las racistas pro imperialistas.

Las generaciones progresistas de aquellos tiempos seguíamos con mucho interés el curso de esos acontecimientos, el actuar de sus líderes, de sus ideales, la heroica resistencia de sus pueblos, luchando con grandes desventajas, por querer ser dueños de sus propios destinos.

Proliferaban los asesinatos políticos. Muchos fueron los líderes del Continente Negro desaparecidos prematuramente, mediante métodos dirigidos por fuerzas externas de Europa y EE.UU.

Estábamos familiarizados con sus principales líderes: Patricio Lumumba, del Congo; Amilcar Cabral, de Guinea y Cabo Verde; Samora Moises Machel, de Mozambique; Antonio Agostinho Neto, de Angola, y otros más. Sabíamos del papel solidario que jugaban las brigadas revolucionarias internacionalistas cubanas y de las hazañas del “Che” Guevara por la independencia de los pueblos de África.

Mas, al evocar con una visión retrospectiva el patriotismo de todos aquellos héroes, hay uno, condenado a cadena perpetua hace medio siglo, por su heroica lucha contra el apartheid y por la justicia social: Nelson Mandela.

El acusado de “subversivo”, por reivindicar la igualdad social, hoy Premio Nobel de la Paz, en sus últimos días, nos lleva a valorar su alta calidad humanaNacido en Qunu, un pequeño pueblo campesino de Sudáfrica, de profesión abogado, fue acusado de “alta traición” como dirigente de su movimiento, el Congreso Nacional Africano (ANC), y pasó en la cárcel 27 años. Conocido es su hermoso alegato: “Estoy dispuesto a morir” pronunciado en 1962: “…He dedicado toda mi vida a esta lucha del pueblo sudafricano. He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He alimentado el ideal de una sociedad libre y democrática en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y con iguales posibilidades. Es un ideal por el cual espero vivir. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy dispuesto a morir…”.

A medio siglo de aquel suceso, el acusado de “subversivo”, por reivindicar la igualdad social, hoy Premio Nobel de la Paz, exprimer presidente de su país, en los últimos días de su existencia, nos lleva a valorar su alta calidad humana. Su rebeldía. Su antiimperialismo.

Si aún hubiera existido en él un ápice de conciencia, tendríamos el convencimiento de que, en su lecho de dolor, habría condenado el acto terrorista criminal, cometido por el neocolonialismo-neoliberal europeo contemporáneo, contra el primer presidente indígena del continente americano.

Nelson Mandela será recordado como uno de los líderes revolucionarios más admirados de nuestro tiempo.

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