Costa y Camps son inocentes, Baltasar un delincuente peligroso, la prensa internacional crucifica al tribunal por alevoso.
¿Respeto por el Supremo?
Me cuesta mientras blasfemo contra el trepa, si la letra de la ley sanciona que el tuerto es rey ¡Viva la Pepa!
El juez estrella estrellado por haberse destacado en un oficio de togados obedientes que nunca sacan los dientes contra el vicio.
El narco y el terrorista, el Pinochet y el perista de los GAL brindan con champán francés celebrando que el buen juez acabe mal.
Los huesos de las cunetas, ¿quién carajo los respeta y los rescata? Garzón hizo lo que pudo por deshacer ese nudo en la corbata.
Inmundo mundo al revés, los que juzgan con los pies dictan sentencia, encadenando a Garzón amordazan la razón y la conciencia.
Qué vergüenza señorías si triunfa la sangre fría en este punto de la historia interminable que no confunde culpable con presunto.
Ganan porque fracasamos, cabalgan porque dejamos de ladrar, el tiempo pondrá en su sitio un auto falto de litio y bipolar.
Tanta saña contra él acabó trucando el fiel de la balanza, me rasco porque me pican las togas que santifican la venganza.
Baltasar es el rey bruno que se creyó blanco y uno de los nuestros, abomino de este fallo tan mezquino, tan malayo y tan siniestro.
El chileno, el argentino braman contra el desatino judicial, los huérfanos de la guerra reviven un cuerpo a tierra criminal.
Que se tiente Rubalcaba la ropa porque las habas del congreso mal contadas se repiten si Carme y Garzón compiten por un beso.
El vals de los magistrados nos mostró esta vez su lado más oscuro, son coleguitas ¡Qué tropa! los que le llenan la copa de cianuro.
La condena promulgada se parece a la quijada de Caín, para acabar de joder ahora tendrán que absolver a Urdangarín.
A bailar el tico tico sin las Jennifer, los Kikos y las Juanis, me voy, doblando la apuesta de mi primo con la orquesta del Titanic.