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El Telégrafo

Los yungueños bolivarenses

02 de mayo de 2013

Entre las gentes de mi tierra natal, la provincia de Bolívar, se denominan yungueños o llungueños a los campesinos que habitan el yunga, es decir, el área de declives cordilleranos que bajan desde la Sierra hasta el piedemonte andino.

La palabra yunga o yunka viene del quichua y significa  “tierra caliente”, por lo que es utilizada para definir regiones similares en Ecuador y otros países de Sudamérica, como Perú, Bolivia y Argentina. Empero, en Ecuador se habla de “el Yunga” y en Bolivia de “los Yungas”, mientras que en Argentina se dice “las Yungas.”

En general, la región así definida corresponde a selvas tropicales de montaña, o sea a bosques andinos húmedos y nublados, que en Ecuador van desde los 200 hasta los 1.000 metros de altura. Pero es una región de impresionante belleza, en la que se mezclan cuchillas y quebradas con pequeños valles tibios y laderas verdes, que el yungueño ha convertido en vergeles poblados de cafetales y cañadulzales.

Bajando desde los balcones naturales de Cochabamba, Tundaloma, Guarumal o Las Guardias, uno puede ver el sorprendente espectáculo de un mar de nubes bajas que cubren el subtrópico, desde las cuales emergen las cuchillas de los declives andinos.  

Los habitantes de esta región son gentes recias y esforzadas, que con un esfuerzo de siglos han domeñado su duro ambiente natural y lo han convertido en amable y acogedor paisaje. También han desarrollado una cultura propia, que puede considerarse parte de la más amplia cultura montubia del Ecuador, pues esos campesinos son “gentes de monte” que viven entre el declive andino y la llanura costera.

En su boca se entremezclan expresiones de castellano antiguo o de ladino (antigua lengua de los judíos españoles) con voces de origen indígena. Por ejemplo:  almadear  (marear),  alfanjías  o  alfajías  (soleras),  pichir  (orinar),  tiesto  (asador),  cuesco  (golpe),  áccedo  o  acedo  (ácido),  zarco  (ojos claros),  bermejo  (rubio), urdemales  (malintencionado), poyo  (asiento de tierra),  quicio  (marco de puerta),  queresas  (huevos de mosca).

Otras voces regionales son: ajuera (afuera), cainar (estar), tamo (paja), bacín  (orinal), artesa  (batea), vide  (vi), truje (traje),  galillo  (garganta), rais (raíz), buche  (estómago), árguena (alforja), garijo (esforzado), chapar  o aguaitar  (vigilar), churo (caracol o rizo), chimba (trenza), chantar (colocar),  chigüil (tamalillo de maíz), bollo (gran tamal en hojas de bijao), ayampaco (bollo de pescado), tonga (fiambre) y otras.

Hay que precisar que esos montubios del yunga han sido también el eslabón de vínculo entre la cultura popular serrana y su equivalente costeña. La prueba mayor está en la gran similitud existente entre el coplero popular del carnaval bolivarense y el coplero del amorfino riosense o guayasense, que tratan con igual gracejo y picardía los temas del amor, la sexualidad o la política. Un ejemplo: Anoche te lo pedí / y no me quisiste dar. / Ojalá que se te oxide / y no lo puedas usar.

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