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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Los viajeros quiteños

23 de octubre de 2014

Es de vieja data la vocación ecuatoriana por los viajes, derivada de una curiosidad natural por conocer el mundo. Un ilustre historiador peruano, José Antonio del Busto, hizo el relato de las audacias marineras de nuestros antepasados huancavilcas y de aquel memorable viaje que Túpac Yupanqui hizo con ellos hacia Oceanía, siguiendo una ruta conocida por esos navegantes. Y hace poco se ha revelado la existencia de un poblado de origen huancavilca en México, cerca de Acapulco, formado por descendientes de esos navegantes precolombinos que viajaban regularmente hacia el norte.

Con tales antecedentes, no resulta extraño que la migración hacia otras partes del mundo fuera un hábito tradicional de los ecuatorianos de la colonia y la república. Así, el quiteño Lope Díez de Armendáriz llegó a ser el primer criollo que ocupó el cargo de Virrey de Nueva España (México), en 1635, un siglo antes de que  el latacungueño Ignacio Flores fuera presidente de la Audiencia de Charcas, actual Bolivia.

A su vez, el guayaquileño Pedro Franco Dávila se lanzó al comercio internacional de cacao en 1735 y, tras variadas aventuras y muchos estudios, se convirtió en el fundador y primer director del Real Museo de Historia Natural de Madrid. Similar aventura comercial fue la que emprendió el quiteño Miguel Gijón y León, nacido en Cayambe, quien se lanzó en 1753 al comercio internacional de cascarilla y finalmente se estableció en España, donde dirigió la colonización de la Sierra Morena, fue intendente de los cuatro reinos de Andalucía e ingresó a la Sociedad de Amigos del País, de Madrid, mereciendo por sus servicios y avanzadas ideas económicas que el rey lo nombrara Conde de Casa Gijón.

Y eso para no explayarnos hablando de esa caravana de comercio que, con pretexto de llevar el situado, viajaba anualmente entre Quito y Cartagena, inundando a su paso toda la zona de tránsito con obras de arte religioso, piezas de platería y orfebrería, textiles y otras múltiples mercancías fabricadas en el laborioso e inventivo país quiteño. Uno de sus líderes fue don Juan Pío Montúfar y Larrea, más tarde abanderado de la insurgencia anticolonial quiteña. En fin, no podemos olvidar la epopeya viajera de la riobambeña Isabel de Godín, que en busca de su esposo atravesó la selva amazónica en una terrible aventura de casi dos años, al cabo de los cuales se reencontró con su pareja.

Ya en tiempos de la independencia, los jóvenes comerciantes guarandeños José Francisco y Juan Pablo Farfán viajaron a Venezuela, donde terminaron siendo dos de esos centauros del llano que triunfaron en la batalla de Carabobo. Otro ilustre viajero fue el quiteño Domingo de Olivera y Borja, que llegara a ser primer ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina. Y no hay que olvidar a Vicente Rocafuerte, que fuera diputado a las cortes españolas, gestor de la independencia de Cuba y embajador de México en Londres, antes de ser presidente del Ecuador independiente.

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