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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Los saberes como pretexto de vida

02 de septiembre de 2014

La historia de los pueblos gira en relación a una dinámica cronológica en donde se pone a prueba la conducta y empeño de sus habitantes. Dicho de otra manera, la evolución social va de la mano del ingenio y visión prospectiva de los miembros de una comunidad determinada. El pasado es el resultado de acontecimientos que dejan la huella necesaria para transitar en el presente, como indispensables antecedentes en la vasta construcción del futuro.

Tal pretérito guarda directa relación con ciudadanos(as) que ejercieron, desde sus diferentes quehaceres cotidianos, valiosos aportes en el desarrollo integral de sus entornos citadinos y comarcanos. Sobresalen mujeres y hombres que en la habitual faena de la existencia mantienen desde el umbral del compromiso cívico una actitud de enjundiosa solidaridad a favor del engrandecimiento de la tierra natal.

Estamos hablando de personajes que, alejados de la pirotecnia mediática o de la vanidad y el oropel, labran surcos de mejoramiento individual y, con ello, colectivo, sobre la base de un trabajo que se entrelaza con la mística y el deber ciudadano.

Historias de saberes – Imbabura (Editorial Pegasus – Imprenta Mariscal, noviembre 2013) titula la obra de Juan Carlos Morales Mejía, auspiciado por la Prefectura de la señalada provincia, en donde se recopilan perfiles de personalidades de diversas tareas humanas, como en una muestra palpable de reconocimiento al hombre común y de revalorización de la indómita presencia de las hijas e hijos formados desde el hondo amor terrígeno, quienes prefirieron cimentar sus raíces en suelo propio, antes que aventurar la construcción de sueños en lares ajenos. Y no se trata -como se podría interpretar equivocadamente- de un canto chauvinista en plena era tecnológica y de andamiaje universal, sino de la representación de oficios y latentes aprendizajes, a través de orfebres de identidades colectivas, quienes asumen las dotes de propagadores de saberes retenidos en la memoria social.

Entonces se leen con marcado interés crónicas de gente que alberga en su actividad laboral y diaria la gastronomía, peluquería, sanación ancestral, deportes, escultura, fotografía, política, entre otras. Emerge Fausto Yépez Almeida desde la capital de Imbabura, con el aporte en el servicio público; Luis Aníbal López, con el arte escénico dedicado a Pimampiro; Yolanda Cabrera -mi paisana otavaleña-con la milenaria chicha del Yamor, elaborada con base en siete granos de maíz, por citar tan solo pocos ejemplos.

Juan Carlos Morales -colega articulista de esta misma página- tiene ahora que asumir un renovado compromiso para ampliar la descripción de otros nombres de coterráneos que enaltecen aquellos saberes populares; tal es el caso de Rosario Tabango y su suculento hornado sarance.       

Historias de saberes es un libro propicio para ser hojeado en septiembre, en donde Otavalo, Cotacachi e Ibarra resplandecen en festejos de remarcado orgullo imbabureño.

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