Publicidad

Ecuador, 04 de Octubre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Los Rosenberg I

15 de junio de 2015

Aunque se tenga que creer en pajaritos preñados y por absurdas y rebuscadas que sean las explicaciones que el IMG (imperialismo mundial globalizado) dé, a quienes no reconozcan al pie de la letra la versión oficial sobre los eventos que a ellos les competen, se les ridiculiza y se les acusa de dar fe a teorías conspirativas. Así se debe aceptar que los esposos Rosenberg fueron ejecutados por entregar secretos atómicos a la URSS, pese a que nunca fueron agentes de la KGB; se oculta que se los condenó con base en una ley que establecía la pena de muerte por espionaje solo en tiempos de guerra, y cuando se montó este infame juicio, EE.UU. y la URSS vivían en paz.

Tampoco importa que el testigo principal, David Greenglass, hermano de Ethel Rosenberg, fuera obligado por el FBI a firmar la declaración de que su cuñado Julius Rosenberg le había convencido para que espiase en favor de la Unión Soviética, acusación falsa de la que luego se arrepintió. Pero independientemente de que él se hubiera arrepentido o no, el haber sostenido que un neófito en cuestiones de ciencia, como él, había recordado de memoria los cálculos y los planos de la bomba, que había visto de reojo, y que estos informes científicos los reprodujo para su hermana, solo causarían hilaridad, de no ser por sus trágicas consecuencias. Como siempre, de complementar esta patraña se encargó la prensa amarilla, que envenenó a la opinión pública.

Para perpetrar el crimen se creó una atmósfera de intolerancia, que indujo al pueblo norteamericano a odiar a Rusia por tratarse del enemigo que estaba al borde de atacar a EE.UU. A partir de ello no importó que los Rosenberg fueran inocentes, se les debía ejecutar para aplacar a las graderías del circo, que así lo exigían. En realidad trataban de reprimir cualquier rescoldo revolucionario que quedara en el pueblo de EE.UU., de dar aire a la Doctrina anticomunista de Truman, que servía de justificativo para las intervenciones armadas del IMG, como en la Guerra de Corea (algo semejante pasa hoy cuando públicamente se le pide al presidente Obama realizar un ataque atómico preventivo contra Rusia).

Dirigía el FBI Edgar Hoover, quien con el apoyo de los sectores más retrógrados de EE.UU. atontó al pueblo para que odiara a los comunistas, sembró el terror, grabó toda  conversación telefónica, logró que los familiares se denunciaran mutuamente como sospechosos de sentir simpatías por el comunismo y estimuló el chivateo para que la gente se espiase entre sí. Todo ciudadano se volvió sospechoso y se buscó y se encontró comunistas por todas partes: en el Departamento de Estado, en el Pentágono, en Hollywood, en Broadway, en las universidades y en cualquier medio colectivo de comunicación. Les cayó como anillo al dedo la política anticomunista del senador McCarthy, que inició la cacería de brujas a nivel global con acusaciones falsas ante el Comité de Actividades Antiamericanas, creado con ese maquiavélico objetivo, locura colectiva que les permitió perseguir, encarcelar y eliminar a cualquier persona que propugnara ideas de libertad. (O)

Contenido externo patrocinado