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El Telégrafo

Los recorridos de la modernidad

27 de abril de 2012

La primera modernidad estimuló el crecimiento económico a partir de una mayor invasión de la naturaleza en  términos tan devastadores que permitieron pronósticos de concepciones muy realistas respecto de poder vaticinar el fin y agotamiento  de los recursos de su suelo y subsuelo debido a los sistemáticos y palpables procedimientos “fáusticos” contra ella.

El subsiguiente período del devenir histórico, llamado de la segunda modernidad, debió solventar un cambio fundamental en las relaciones del desarrollo de la cultura utilizando los logros de las grandes proezas, tanto en el terreno de las invenciones como de los descubrimientos prodigiosos que pudieron estar al servicio y en bien de la humanidad, junto al cuidado del medio y el desvelo por el bienestar de los seres humanos que forman parte importante del ambiente. En las precedentes cuatro décadas, la ciencia y la tecnología ejecutaron una escalada sustancial que cambió la faz de la existencia de los habitantes de parte del mundo.

Las comunicaciones, la informática, la robotización, los avances médicos, pero también las armas de destrucción masiva, la guerra bacteriológica, potenciaron el despliegue de los conocimientos y las habilidades intelectuales y sociales de los individuos hacia la arquitectura de nuevas tecnologías y abriendo nuevos horizontes para el progreso  humano, aunque también para la destrucción y la muerte.

Empero, estos acervos civilizatorios y aportes científicos gigantescos del genio humano, de esencia solidaria y positiva, le han servido muy poco a las grandes mayorías ciudadanas de todo el planeta, que más bien han recibido el napalm, el fósforo blanco, la lluvia ácida, la violencia, el hambre y las pandemias horrorosas, como el sida, por parte de quienes ostentan la patente de las inventivas de todo tipo en todo el orbe.

La trascendencia del convivir social con los florecimientos de las innovaciones y creaciones de las nuevas formas civilizatorias, sin embargo, sustentan otras dimensiones de la suerte de mujeres y hombres de la gran “aldea global”.

Los desastres naturales, las catástrofes humanitarias -que fácilmente superan todos las devastaciones de la llamada Guerra Fría-, los llamados conflictos bélicos “posmodernos”, el afán desmedido de lucro de las transnacionales y de los imperios antiguos y nuevos son el sello de esta etapa histórica, que aspiramos a que no extinga la especie humana en la Tierra.

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