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El Telégrafo

Los privilegios del capital

05 de febrero de 2014

En el actual orden mundial, el capital financiero cuenta con varios engranajes, que a la vez son los tentáculos con los que opera: los tratados bilaterales de inversión (TBI), que protegen el capital por sobre los intereses de los Estados; los mecanismos de arbitraje internacional, que han sido diseñados con suma habilidad por el propio capital para que respondan siempre a la protección de sus intereses.

Por otra parte, aparecen los organismos financieros internacionales, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, que son las cabezas más visibles encargadas del manejo de las crisis y las deudas de sus víctimas. Junto a ellos asoman los capitalistas y sus poderosas corporaciones, que se nutren con el juego de las finanzas. Y, por último, las élites dominantes y aliadas locales, para acompañarles con manifiesta complicidad.

Un TBI es un tratado internacional, en el que dos Estados reconocen en forma recíproca derechos y garantías para el capital, mediante millonarias inversiones, y para los capitalistas-inversionistas originarios de cada Estado parte. Los TBI otorgan amplias concesiones al capital, a las empresas extranjeras y limitan la capacidad regulatoria del Estado.

En el actual orden internacional cabe aquella frase de Pablo Neruda: “El fuero para el gran  ladrón, la cárcel para el que roba un pan”.La suscripción de los TBI, durante la época neoliberal, fue un acta de capitulación a favor del capital. Por ejemplo, desde los años noventa Ecuador firmó 23 TBI, y a su vez ha sido objeto de 34 arbitrajes internacionales. Cuántas veces en la historia reciente del capitalismo ha pasado lo mismo, con diferentes sucesos, distintos personajes y otros nombres, pero lo mismo: cuando la ‘reaganomics’ precipitó la crisis de la deuda a comienzos de los ochenta, el ‘efecto tequila’, el ‘efecto vodka’ y la crisis financiera del Ecuador, el ‘corralito’ argentino. En todos esos eventos operó un común denominador: la preponderancia del capital.

La esquizofrenia del capitalismo hace que el capital parezca una entelequia con ánima propia, lo hace aparecer como intemporal y supremo, distinto y superior a sus vasallos. Pero en realidad es una creación, un producto que en medio de la esquizofrenia ha tomado el control de las almas de sus creadores. Los TBI son una expresión concreta de los privilegios que se han concedido al capital, por lo que su denuncia es una necesidad de los Estados para alcanzar su soberanía. Además, es ineludible renegociar los TBI intrarregionales, pues no tiene sentido demandas mutuas.

Resultan tan nocivos los TBI que, en las reuniones del Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión entre la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos, el comisionado de la UE frenó en días pasados la negociación, aduciendo trampas de los TBI y pérdida del poder regulatorio.

En el actual orden internacional cabe aquella frase de Pablo Neruda: “El fuero para el gran  ladrón, la cárcel para el que roba un pan”.

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