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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Los oficios de la cultura

23 de agosto de 2014

Tomo este nombre de un programa de la televisión española, para referirme a actividades que guardan estrecha relación con lo que denominamos cultura. En tal sentido, quienes ejercen funciones en bibliotecas, archivos, museos, editoriales, galerías de arte, teatros, o que se dedican a organizar festivales, encuentros o difusión cultural, estarían en dicho rubro. Todos son indispensables para que el conjunto de intangibles asociados con lo cultural se corporice.

Quiero centrar este artículo en aquellos que, a lo largo del tiempo, cumplen la tarea de seleccionar, imprimir y divulgar textos de variado tipo, que enriquecen el acervo nacional. Los editores que, desde el ámbito público o privado, dedican tiempo y recursos para poner en manos de posibles lectores, obras que pertenecen a la autoría de nuevos escritores o que reproducen textos agotados que deben ser conocidos por públicos jóvenes.  

Entre ellos y, según mi criterio, estaría en un honroso sitial la Casa de la Cultura, que a lo largo de 70 años ha cumplido ese rol, con mayor o menor rigor. La matriz y los núcleos provinciales -estos a veces con muchas dificultades- han revelado obras de gran valía. Destaca el empeño de Rafael Díaz Ycaza, poeta y narrador, quien, en la colección Letras del Ecuador, puso en manos del público textos de autores guayaquileños y nacionales que hoy son fuente de consulta. La revista Cuadernos del Guayas, impulsada y dirigida por Cristóbal Garcés Larrea, resume en buena medida la actividad cultural del puerto durante las décadas transcurridas desde la fundación del Núcleo.

La Universidad de Guayaquil, en sus mejores años, contribuyó a esa loable actividad difusora. En la facultad de Economía, Elías Muñoz creó, en coordinación con el decano de entonces, Leonardo Vicuña, la célebre recopilación Autores Ecuatorianos, nacida de la investigación histórica del primero y, dentro de la misma, la de Mujeres del Ecuador, en lo que significó un rescate de autoras que desde inicios del siglo XX contribuyeron de forma  destacada al análisis del país y sus circunstancias.

El Banco Central y luego el Consejo Nacional de Cultura han tenido en Irving Zapater un editor tenaz que ha preservado, con sus publicaciones, algunas de las mejores páginas escritas en el país. El Municipio de Quito entregó obras de cuidadosa edición, algunas verdaderas joyas bibliográficas. El Dr. Enrique Ayala, desde la Universidad Andina y la Corporación Editora Nacional, mantiene una intensa labor editorial. El Consejo de la Judicatura ha incorporado a sus actividades la de publicar una selección de textos relacionados directa o indirectamente con la justicia. Ellos, igual que la revista, dan la medida de que es posible compaginar la modernización del aparato judicial con esta labor difusora. Frente a la gran dificultad de publicar, especialmente para los noveles autores, ha surgido un grupo de editoras que merece todo estímulo.  

Estos esfuerzos deben ser continuados para que sea  posible la conversión de Ecuador en un país de lectores.

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