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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Los ‘L’ (Lucio, Lasso y Larrea) ponderan su ‘pluriliberalismo’

27 de noviembre de 2014

No puede ser más sabio este refrán: “En política hasta se tuesta granizo”. Y cabe porque la política, en su más amplia y sentida expresión, admite muchas veces la confluencia de pensamientos, ideologías y personalidades dispares para fines estrictamente proselitistas.

En la búsqueda de recuperar espacios de poder, vemos estos días algunas posturas, discursos, reuniones, mítines y entrevistas donde se expresa ese deseo. Claro, reitero, en la búsqueda de recuperar espacios de poder (con todo lo que ello implica). Sí, unos para el poder financiero y otros por espacios gubernamentales de los cuales vivieron (¿usufructuaron?) en tiempos de la llamada partidocracia.

Y así como en política hasta se tuesta granizo y en química las fórmulas inimaginables dan lugar a los compuestos menos pensados, en el escenario político nacional la propuesta de la reelección ha unido a los extremos bajo un solo manto: el liberalismo constitucionalista. Aunque habría que hacer una salvedad: ahora tenemos por delante un pluriliberalismo, tal como lo imaginaron muchos pensadores desconcertados y hasta atribulados tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición del bloque socialista.

Ya parecen lejanos los días en que se hablaba del comunismo liberal, del socialismo liberal y del izquierdismo liberal en boca de quienes tomaron distancia de los postulados marxistas leninistas en búsqueda de una ubicación y explicación al fracaso del proyecto soviético. Y en esos días, aquellos que ahora encuentran identidad política en oponerse a la reelección y a las enmiendas constitucionales revisaron también sus miradas sobre la democracia. Por esos años los banqueros afirmaron su liberalismo y aseguraron (en leyes y decretos) el ‘bienestar’ para sus entidades, mientras ciertos militares quisieron imponer su proyecto populista en la misma proporción que perdían peso en la definición de las políticas y medidas gubernamentales. Algo similar hicieron esos izquierdistas antes ultrarradicales (que hablaban de tomar el poder con las armas) y que en esos años pasaron a ser asesores, ministros y consultores de gobiernos neoliberales para darles ‘rostro humano’.

Quizá la pregunta que ronda frente a estas reflexiones es: ¿Por qué ocurre esto regularmente en la historia ecuatoriana? Ya pasó a inicios del siglo XX, lo que llevó al asesinato de Eloy Alfaro, con la llamada ‘Gloriosa’ en la década del cuarenta y durante la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara. Si se busca una explicación desde el mismo liberalismo, se podría decir que es por la ausencia de institucionalidad política, pero mirando más allá hay algo muy preocupante: una incapacidad para asegurar y sostener procesos de largo aliento y un talento para hacer de las pequeñas diferencias y personalismo las grandes escisiones. En otras palabras: perder lo más por lo luchar ‘a muerte’ por lo menos.

En lo que queda de este año y lo que vendrá del próximo no tendremos una reflexión que explique esa confluencia entre un banquero, un exmilitar y un ‘izquierdista’ bajo un mismo manto político. No, eso será lo secundario, porque, en la estructura del ‘pensamiento colectivo’, lo fundamental será acabar con la ‘peor dictadura’, el ‘mayor totalitarismo’ y restaurar la mejor de las democracias que ellos forjaron en sus momentos de gloria política y de sustentación democrática más original. ¿No?

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